domingo, 20 de diciembre de 2009

Respeto

El respeto se define como la consideración o deferencia hacia las personas y las cosas. Es el reconocimiento de que alguien o algo tienen valor. Es uno de los valores básicos para la convivencia humana, pues con el mismo, se valoran las necesidades y los intereses de los demás.
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El respeto como virtud moral, es una de las bases sobre la cuales se sustenta la ética humana en cualquier ámbito y en cualquier época. Respetar es aceptar y comprender a los demás como son: con lo bueno y con lo malo, con sus bondades, ventajas; y también con sus limitaciones, con sus defectos y con sus carencias. Es aceptar su forma de pensar, de sentir y de vivir con un límite: sin que su actitud nos dañe. En definitiva, respetar es aceptar y asumir intentando comprender la forma de ser -pensar, sentir y vivir- de los demás, aún cuando nosotros no la compartamos por creer que están equivocados.

Pero el respeto no sólo se dirige hacia las personas: sus pensamientos, actitudes, sus decisiones, sus modos de vida, sus opiniones, sus creencias... También hay que tener respecto a otras muchas cosas: a todo aquello que nos rodea: a las plantas y animales –el medio ambiente en general- los bienes ajenos, las relaciones entre grupos de personas, entre países y organizaciones, etc.

En definitiva, el respeto es el reconocimiento de los intereses y sentimientos del otro en nuestra interactuación con él. No es pues simplemente la consideración o deferencia, sino que implica un verdadero interés no egoísta por el otro que va más allá de las obligaciones explícitas que puedan existir entre ambos.
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Por ello, el respeto debe presidir siempre nuestra relación con los demás, pues constituye una magnífica herramienta para conducirse por la vida y tratar con la gente. Sin embargo, aunque no lo parezca, respetar a los demás no es siempre fácil. La forma en que hayamos sido educados es esencial. Si en nuestra infancia no fuimos educados en este valor, puede que no lo tengamos presente como código de conducta.
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La forma más evidente de evidenciar respeto es cuidando las palabras. La razón es evidente: son nuestro principal instrumento de interactuación con los demás. Las palabras hieren y las palabras alaban. Podemos hacer mucho bien con ellas y también mucho mal si no las empleamos adecuadamente. (Véase el Primer Acuerdo de los Toltecas).
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A veces se confunde al respeto con alguna conducta en particular, como los buenos modales o la amabilidad. Sin embargo, el respeto es algo superior y diferente a esas conductas. El respeto es una actitud vital. Actitud que nace con el reconocimiento del valor en sí de una persona, ya sea inherente, o relacionado con alguna de sus cualidades humanas.

Uno de los filósofos que con mayor dedicación se ha dedicado al estudio del valor respeto fue Immanuel kant. En su filosofía moral este pensador sostiene que los seres humanos deben ser respetados por una sencilla razón: son un fin en si mismos. Como personas, poseen un valor intrínseco y absoluto. Por este motivo, el valor del respeto deriva de otro muy importante para Kant: el de la "dignidad". Respetar a alguien es tratarlo de acuerdo con su dignidad. Esta dignidad propia requiere de los demás un comportamiento adecuado, de modo que las faltas de respeto voluntarias deben ser consideradas una injusticia por incumplimiento de ese deber moral. Por contra, donde hay respeto reina un ambiente cordial y amable, propio de la caridad. Un trato respetuoso y adecuado a la dignidad de los demás, es siempre interesarse por ellos de acuerdo con sus circunstancias.

Otra cuestión importante es el respeto a uno mismo. Sin respeto a nosotros mismos es imposible vivir la vida de manera digna, satisfactoria y con cierto significado. El autorespeto es vital para estar en sociedad. Mal podremos respetar a los demás si no nos respetamos ni a nosotros mismos.
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Pero ¿qué es respetarse a uno mismo? En esencia es no realizar actos o tener conductas que pueden generarnos un daño o ir contra nuestro propio interés: cuidar nuestro cuerpo, nuestra mente y cuidar nuestra relación con los demás y el entorno. Respetarse a uno mismo también es evitar que los demás nos falten el respeto. Por mucho que nosotros respetemos a los demás en su forma de ser, jamás debemos permitirlo hasta el punto de que eso pueda causarnos un daño personal. Ese es el límite preciso del respeto hacia los otros: respetamos lo que son hasta que lo que son, nos cause daño.
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La gravedad de una falta de respeto depende de la conducta y de la dignidad que se haya dañado. Por eso resulta procedente también otra pregunta: ¿es todo el mundo y son todas las cosas respetables? Enfocándonos en las personas, debemos inicialmente decir que, cualquier persona por el mero hecho de serlo, posee por sí una dignidad. Por consiguiente, inicialmente todo hombre merece respeto, esto decir, un trato adecuado a su dignidad humana. Este deber básico incluye por tanto respetar sus bienes, su vida, su fama, su intimidad, etc.
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Existen además algunas personas que merecen un plus de respeto debido a que ostentan una dignidad más necesitada de protección por ser más vulnerable o delicada. Estamos hablando de los niños, los ancianos, los enfermos. En definitiva, los más desprotegidos y débiles de la sociedad. Todos ellos requieren nuestro mayor respeto.

También hay personas que por su conducta infrahumana pierden parte de su dignidad y en consecuencia, merecen menor respeto. Por ejemplo, los delincuentes pierden nuestro respeto y privándoles de un derecho fundamental como es el de la libertad, son encarcelados. El nivel de respeto hacia ellos desciende en proporción directa a la indignidad de su conducta. La conclusión es que el respeto no se opone a la justicia. El respeto no impide hacer lo que haya que hacer para restaurar la dignidad de los que no han sido respetados -las víctimas- por las conductas que han vulnerado la dignidad de aquellas. Respetemos pues a los demás hasta el límite en que seguir haciéndolo sería no respetarnos a nosotros mismos.

Por esa razón, el respeto no significa dejar a los demás que hagan lo que les venga en gana. Hay cosas que se deben prohibir, y conductas que se deben amonestar y castigar. Tanto el respeto como la corrección se apoyan en la caridad que a veces exige poner fin a la falta de respeto. Corregir en exceso o en defecto no es falta de respeto, sino de caridad. Tampoco es respeto el que se exige con malos modos o de manera desproporcionada. El respeto está siempre vinvulado a la dignidad y por eso no puede relacionarse con el temor.

El respeto mutuo protege la dignidad de las personas y proporciona seguridad y confianza entre ellas. Si se practica el hábito de respetar, el respeto surge espontáneamente.
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Por orgullo, alguien puede considerar que posee una dignidad superior a la que realmente le corresponde y por ello exigir un respeto exagerado. Eso a su vez no sería más que una falta de respeto y una incoherencia hacia los que se exigiera esa actitud. Pues para recibir respeto, -como cualquier otra cosa- primero hay que saber darlo. (Reciprocidad).

Y para acabar unas frases que me parecen muy interesantes y arrojan luz sobre el concepto-valor respeto:
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"Ante un imprevisto enfrentamiento, debo tener bien a punto y afiladas mis mejores armas: la educación y el respeto". (Albert Einstein).
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"Cuando los que mandan pierden el respeto, los que obedecen pierden la vergüenza". (Georg Christoph Lichtenberg).

“Las cualidades sublimes infunden respeto; las bellas, amor”. (Inmanuel Kant).

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