domingo, 27 de septiembre de 2009

Eficacia

La eficacia es la capacidad para fijar y alcanzar un objetivo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Las 3 Suertes

Los pueblos orientales creen en un concepto llamado la Trinidad Cósmica o las Tres Suertes. Afirman, que los hombres tienen tres suertes: nacen con la Suerte del Cielo, y luego optan a la Suerte de la Tierra y la Suerte del Hombre.

Suerte del Cielo (Tien Chai) es con la que se nace. Es el bagaje con el que llegamos a este mundo. Determina unos padres amorosos, una familia rica o un talento especial; el nacer por ejemplo, en los Estados Unidos o en la India; en una sociedad con oportunidades o con desigualdades. En general, es todo aquello que no podemos en principio cambiar pues nos viene dado. Es la suerte que nos predestina a ser ricos o pobres, a tender al éxito o al fracaso, y al resto de experiencias durante nuestra existencia en la Tierra. Es una suerte que está más allá de nuestro control. Nos viene dada, y es lo que algunos llaman “destino” y otros Karma. Algunos la explican con la astrología, y también hay quien sostiene que es lo que elegimos como pruebas antes de volver a encarnarnos. Es la suerte que inclina pero no obliga. Según los antiguos sabios chinos esta suerte es un 40 % de nuestra vida.

Suerte de la Tierra (Ti Chai) es la suerte que influye en nuestra vida dependiendo del lugar en que habitemos. Es la que se goza cuando vivimos en armonía con nuestro entorno y el ambiente. Los chinos la identifican con el arte milenario del Feng Shui que encauza armónicamente las fuerzas y energías de la naturaleza, principalmente el viento y el agua. Así, el hombre puede vivir en armonía con el espacio que ocupa o por el contrario en total enfrentamiento. El hombre primitivo tenía -como los animales- un sexto sentido para ello y por eso habitaba las zonas más propicias. Hay pues lugares con mejor o peor Feng Shui que han determinado la creación y existencia de asentamientos humanos desde la prehistoria en unos lugares muy concretos con preeminencia sobre otros.

La Suerte de la Tierra es manejable a través del referido arte del Feng Shui, que lo que hace es armonizar el Chi o energía vital del entorno en que vivimos o trabajamos para que actúe en nuestro beneficio y provecho. Los chinos sostienen que esta suerte influye en nuestra vida un 35 %.

La Suerte del Hombre (Ren Chai) es la suerte que cada uno puede crear o proveerse para sí mismo. Se identifica con todo aquello que está en nuestra mano y hacemos por mejorar como personas: con determinación, estudio, trabajo, educación, experiencia, actitud positiva, empuje, esfuerzo por mejorar y especialmente, nuestros pensamientos. No olvidemos que todo lo que un hombre hace provoca un resultado y está inspirado en un pensamiento. Esta suerte constituye el otro 25 % y es plenamente controlable por nosotros pues depende fundamentalmente de nuestra actitud vital. Por tanto, nosotros construimos nuestra vida, al menos en ese 25 %.

Equilibrar estas tres suertes trae armonía, bienestar, progreso y felicidad a los hombres. Con esas tres suertes favorables, según los antiguos sabios chinos se podrá disfrutar de una gran fortuna en la vida.

Con la metáfora del agricultor se entenderá mejor la combinación entre las tres suertes. Uno puede ser un gran agricultor -Suerte del Hombre- (saber y tener mucha técnica para la agricultura porque ha estudiado y se ha preparado) y su Suerte de la Tierra ser también favorable pues el terreno en el que siembra es óptimo para el cultivo. Sin embargo, su Suerte del Cielo es desfavorable -nunca llueve o con frecuencia, cae pedrisco-. El resultado que obtendrá el agricultor será escaso o pobre. A partir del ejemplo, podemos realizar varias combinaciones y los resultados variarán.

Con el control de la Suerte del Hombre y de la Suerte de la Tierra, la Suerte del Cielo también será tuya.


domingo, 6 de septiembre de 2009

Amistad

El hombre es un ser social por naturaleza. Necesita de la relación con los demás para expandir su personalidad y gozar de una vida equilibrada. La amistad es una experiencia humana hermosa, enriquecedora, y por tanto, humanizante. La amistad nos hace personas. Por eso se considera que la interrelación entre personas forma parte de la esencia de nuestra existencia. Es posible vivir aislado, sin embargo, es imposible vivir con cierta plenitud sin relacionarse con nadie. Las personas necesitamos expandir nuestros secretos, nuestros anhelos y nuestras ilusiones. Descargar nuestro sufrimiento y nuestro dolor. Eso sólo es posible con y a través de los demás y muy especialmente mediante la amistad.

El mundo en que vivimos está necesitado de amistad. Cada vez tenemos más conocidos y menos amigos. La causa principal es que la gente cada vez habla y comparte menos con sus semejantes. Todo va demasiado deprisa y la amistad no es inmune a ese ritmo alocado. Se hacen amigos o mejor dicho, pretendidos amigos con facilidad, pero también se olvidan de la misma manera. Eso no es propiamente amistad sino más bien “utilización entre personas”: para salir, para pasarlo bien, porque estudiamos juntos, porque me deja su coche, o porque nos vemos en el Facebook.

Sócrates era muy consciente del enorme valor de la amistad y por ello aseguraba que prefería un amigo a todos los tesoros del rey Darío. Horacio, el poeta latino decía que un amigo era la mitad de su alma. San Agustín afirmaba rotundo que lo único que nos puede consolar en esta sociedad humana tan llena de trabajos y errores es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros los verdaderos amigos. Por lo que vemos, han sido muchos pensadores, de todos los tiempos, los que han ensalzado la valía de la amistad.

Sin embargo, la amistad, al tiempo que importante y maravillosa, es algo difícil, raro y delicado. Difícil, porque no es fácil encontrar un auténtico amigo. Rara porque no abunda: se pueden tener muchos compañeros, gente conocida, pero pocas veces muchos y auténticos amigos. En realidad quien presume de tenerlos vive muchas veces en esa ilusión. Los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano y sobran. También se dice que la amistad es delicada porque precisa de determinados ambientes para nacer, especiales cuidados para ser cultivada, minuciosas atenciones para que crezca y, precauciones para que no se degrade. Las personas cambiamos porque cambian nuestras circunstancias y la amistad tiene que saber amoldarse o acomodarse a esos cambios. Por eso, las personas que crecen o evolucionan mucho, es difícil que mantengan muchos amigos durante largos años, salvo que la trayectoria entre ellos sea muy paralela o similar.

¿Qué es la amistad? ¿Simple simpatía, compañerismo, camaradería? En realidad la amistad es una faceta más del amor hacia los demás. Aristóteles definía la amistad como "querer y procurar el bien del amigo por el amigo mismo". Laín Entralgo la definía como "La comunicación llena de amor entre dos personas, en la cual, para el bien mutuo de éstas, se realiza y perfecciona la naturaleza humana".

Por tanto, en la amistad el uno y el otro dan lo que tienen, lo que hacen y, sobre todo, lo que son. Esto supone la renuncia a dos egoísmos y la suma de dos generosidades. Supone, además, un doble respeto a la libertad del otro. La amistad verdadera consiste en dejar que el amigo sea lo que es y quiere ser, ayudándole a que sea lo que debe ser. La amistad es por tanto respeto, libertad y comprensión. Yo quiero a mi amigo como es: con sus cualidades y con sus defectos. No soy nadie para querer cambiar en él lo que no me gusta. Hago una estimación de conjunto y si su forma de ser y de relacionarse conmigo me reporta felicidad, somos amigos. Pero sin condiciones, límites o cautelas. En realidad, el auténtico amigo sabe comprender más y mejor que nadie las carencias, faltas y limitaciones de aquél a quien profesa amistad, siempre que sea amistad verdadera.

Los pilares que sostienen la verdadera amistad, según Martín Descalzo son:

1.- Respeto a lo que el amigo es y como el amigo es.

2.- Franqueza, como confidencia o intimidad espiritual compartida.


3.- Generosidad como don de sí, no como compra del amigo con regalos.


4.- Aceptación de fallos: saber comprender y perdonar.


5.- Imaginación, para superar el aburrimiento y hacer fecunda la amistad.


6.- Apertura: la sinceridad, la lealtad y la confianza.

Un grandísimo ejemplo de amistad lo encontramos en la figura de Jesús. Jesús ama a todos por igual, sin condicionamientos sociales, económicos o de otro tipo. Incluso proclama amar a sus enemigos. Y los ama hasta la muerte. Es un sentimiento amistoso de caridad sin necesidad de manifestaciones externas de cariño tiernas y afectadas.

El verdadero amigo es abierto y sincero. Sin reservas hacia su amigo ni miedos. El auténtico amigo sabe estar, acompañar y apoyar a sus amigos en las adversidades y en las desgracias: en los momentos duros y difíciles.

En la amistad no todo es bonito o fácil. El amigo de verdad sabe también decir lo que ve, siente o cree de su amigo. Sin necesidad de disputas o enfados, pero con firmeza, honestidad y lealtad. El amigo auténtico se alegra con la felicidad del amigo y padece en su sufrimiento. El amigo no espera nada, no exige ni reivindica. No busca o da para recibir. Acepta a su amigo como es y no impone nada. Lo acepta con sus cosas buenas y también con las menos buenas. No juzga y no condena. Escucha y opina. Da consuelo y ayuda en la adversidad.

Amistad es amor y como verdadero amor ha de ser incondicional. No hay amistad con condiciones como no hay amor con exigencias o límites.

En la amistad compartimos nuestras experiencias más íntimas y reservadas esperando del amigo esa otra expresión del Yo ajeno con el que tanto nos identificamos. Por eso es tan necesario un amigo: porque necesitamos que nos escuchen con la confianza y el consuelo de alguien que sabemos que nos entiende y comparte nuestra forma de sentir, pensar y vivir. Esa es la amistad íntima.

Luego también existe la amistad social. Esa tan necesaria también porque como animales sociales que somos precisamos de la compañía para compartir momentos especiales.

La amistad ha de ser agradecida y recíproca, o no lo es. No existe la amistad unidireccional, esto es, de uno hacia otro. Tiene que existir una correspondencia equilibrada entre los amigos. Dar amistad es abrir nuestro corazón, tener la puerta abierta, dar la llave de entrada a la casa de nuestra alma, a nuestro Yo más personal y sentirnos bien y hacer sentirse a gusto a la persona a la que le hemos dado esa llave.

¿De qué serviría la prosperidad, proclamaba Cicerón, si uno no la comparte con los amigos? ¿Cómo se soportaría una adversidad y una prueba sin alguien que estuviera a nuestro lado y que sufra y comparta con nosotros ese contratiempo? ¿A quién hablar de los anhelos del corazón, si no es al amigo que sintoniza en todo con nosotros? Decía San Ambrosio: "Consuela mucho en esta vida tener un amigo a quien abrir el corazón, desvelar la propia intimidad y manifestar las penas del alma; alivia mucho tener un amigo fiel que se alegre contigo en la prosperidad, comparta tu dolor en la adversidad y te sostenga en los momentos difíciles"

En la amistad como en todo en la vida: obras son amores y no buenas razones. Existen los amigos de conveniencia, los aprovechados o los que dicen serlo pero en realidad esconden un interés. Eso no puede ser jamás amistad pues la amistad es confianza, correspondencia y lealtad en las obras y en los sentimientos.

El saber vivir en buena amistad es una verdadera cualidad personal.

Frases sobre la amistad:

“La amistad sólo puede tener lugar a través del desarrollo del respeto mutuo y dentro de un espíritu de sinceridad". (Dalai Lama).

“Gustar de las mismas cosas y no desear las mismas cosas, ésta es la verdadera amistad”. (Salutio).

“La fortaleza del hombre se prueba en la desgracia, y la fidelidad de un buen amigo se prueba en la tempestad”. (Theodor).

“No esperes que tu amigo venga a descubrir su necesidad”. (Luis Vives).

“Por los hechos no por las palabras, se han de apreciar a los amigos”. (Tito Livio).

“El que busca amigos sin defectos se queda sin amigos”. (Proverbio Turco).

“Se lento en adquirir amistades pero se constante en conservarlas”. (Anónimo).

“Los amigos se hieren con la verdad para no destruirse con las mentiras”. (Anónimo).