lunes, 30 de marzo de 2009

Perseverancia

La perseverancia es la actitud por la cual nos mantenemos constantes en la prosecución de un fin. Es querer algo que uno se autopropone. Comienza con una decisión que se mantiene firme hasta alcanzar la meta. Por eso la perseverancia es crucial para el éxito y un rasgo de carácter esencial para la progresión del ser humano. Muchas cosas buenas en nuestra vida se pierden por titubeos, dudas, vacilaciones y falta de determinación. En definitiva, por ausencia de perseverancia. La fábula de Esopo sobre la tortuga y la liebre nos lo enseña: las carreras se ganan con perseverancia y por encima, en ocasiones, de otras cualidades. La perseverancia es una fuerza irresistible que supera y derroca a otras cualidades. El tiempo es amigo y asistente de quienes usan su buen hacer para aguardar su oportunidad, y enemigo destructivo de quienes avanzan a tientas y a locas. Sin embargo, la persistencia y la perseverancia no pueden actuar aisladas de la inteligencia práctica. Una persona que es sólo persistente puede ser un fastidio irritante, si su insistencia y persevereancia no están bien razonadas. Usando el discernimiento, la perseverancia es un ingrediente esencial en el progreso humano. Por eso es muy importante enseñar a perseverar a los niños e insistirles en el esfuerzo de perfeccionarse a sí mismos. Apoyarles en todo momento, siendo su guía y su aliento por medio del ejemplo. Cuando el camino que recorres parece cuesta arriba, descansa si debes, pero nunca cejes. Recuerda que un fracaso puede ser un triunfo si uno persiste en vez de claudicar. Por eso algunos sostienen que “justo antes de amanecer es cuando más oscuro está”, lo cual anima a no caer en el desánimo. Cuando Thomas Alva Edison (1847-1931) inventó la bombilla, no lo logró fácilmente, sino que llevó a cabo más de 500 prototipos, hasta el punto de que uno de sus colaboradores le preguntó si no se desanimaba ante tantos fracasos. Edison respondió: "¿fracasos? No sé de qué me hablas. En cada uno de los intentos descubrí un motivo por el cual la bombilla no funcionaba. Ahora ya sé casi quinientas maneras de no hacer una bombilla".

Por tanto, la perseverancia es un esfuerzo continuo. Es un valor fundamental en la vida para obtener el resultado querido. Siempre es gratificante iniciar un proyecto porque a través de él existe una gran ilusión, sueños y esperanzas. Las exigencias podrán ser agotadoras. Es precisamente entonces cuando necesitamos tener la perseverancia bien asimilada para no resultar derrotados y tener la satisfacción de luchar alcanzar lo que nos propusimos.

La perseverancia es hermana de la fortaleza y juntas nos ayudan a no dejarnos llevar por lo fácil y lo cómodo. Muchas veces no conocemos realmente nuestras capacidades hasta que nos enfrentamos a dificultades. Sin embargo, las metas que emprendamos, deben ser realistas y estar acompañadas de los medios que vamos a utilizar para conseguirlas. Esas herramientas son nuestras habilidades, posibilidades y conocimientos, y pensar cómo aplicarlas. Por eso, la perseverancia bien aplicada requiere sentido común y saber que, tal vez, no lo logremos de inmediato. Pero lo importante es volverlo a intentar, porque la perseverancia brinda estabilidad, confianza y es un signo de que estamos madurando o tomando conciencia de nuestra responsabilidad ante las cosas. Necesitamos estar preparados para enfrentar los retos del mundo actual, con un compromiso pleno y decidido para cumplir nuestra vocación con entrega y espíritu de servicio.

Decálogo para desarrollar perseverancia

1. La perseverancia comienza con un conocimiento realista de uno mismo: fortalezas y debilidades.

2. Tenemos que ser constantes en nuestras actividades, prever los obstáculos y ser firmes en las dificultades.

3. Enfrentar los retos sin miedo.

4. Aprender a valernos por nosotros mismos.

5. Ser conscientes de que nadie puede responder por nosotros.

6. Pensar positivamente: “El que persevera alcanza”; “La fuerza de voluntad se adquiere por repetición de actos que requieren esfuerzo”; “La perseverancia desarrolla todas las virtudes”.

7. No hay calidad personal sin esfuerzo para vencer los obstáculos.

8. La perseverancia es una señal de seguridad.

9. No confundir la perseverancia con la rutina.

10. Lo más importante en esta vida no es darnos cuenta de que tenemos problemas, sino cómo hacer para superarlos.

Si por ejemplo una persona abandona un trabajo porque su jefe no le gusta; si deja a su pareja porque "no es perfecta", entonces todo apunta a que es una persona sin perseverancia que se rinde a las primeras de cambio. A la larga tendrá un sentimiento: el de haber sido vencido y no haber luchado por algo que, posiblemente, valía la pena.

El combustible para que la perseverancia pueda moverse largamente es el de la visión a largo plazo y la profundidad. Los seres humanos somos hedonistas por naturaleza, es decir, preferimos el bien y el placer inmediatos. Esa falta de visión provoca que hagamos cosas para obtener satisfacción inmediata. Con la peseverancia, conseguimos no dejarnos llevar por lo fácil y lo cómodo, a cambio de obtener algo más grande y mejor en el futuro. Si vemos la vida con superficialidad, entonces, nos dejaremos llevar por las satisfacciones rápidas.

La dificultad con los propósitos es que siempre decimos el "qué" pero nunca el "cómo". Por otro lado, a veces no conocemos a fondo nuestras capacidades -o falta de ellas- para poder establecer objetivos que realmente podamos alcanzar. A veces nos olvidamos de la sabiduría popular, pero no sería mala idea reflexionar solo un momento sobre el viejo refrán: “el que la sigue la consigue”. La perseverancia brinda estabilidad, confianza y es un signo de madurez.
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Unas cuantas frases de interés que nos ayudan a entender mejor qué es perseverancia:

“Si te caes siete veces, levántate ocho”. (proverbio chino).

“Nuestra mayor gloria no está en no haber caído nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos”. (Olivere Goldsmith).

“Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos”. (Thomas Carlyle).

“Siempre he creido que no importa cuantos disparos falle... Acertaré en el siguiente”. (Jonathan Swift).

“La vida no es fácil para ninguno de nosotros. ¿Pero qué hay con eso? Tenemos que tener perseverancia y, sobre todo, confianza en nosotros mismos”. (Marie Curie).

viernes, 20 de marzo de 2009

Paciencia

La palabra paciencia tiene por raíz latina "pati" que significa sufrir. De hecho el participio "patiens" se introdujo al castellano como paciente “el que sufre.” Por tanto, la palabra misma nos recuerda que la paciencia implica sufrimiento. Sin embargo es un sufrimiento digno con el que se espera una recompensa: la que nos vendrá con el transcurso del tiempo que cambia las cosas, con la perseverancia, o con la actividad correcta en los momentos adecuados.

Por tanto, la paciencia es la aptitud que nos permite soportar los contratiempos y dificultades. Es la actitud valerosa que nos permite hacer frente a las situaciones adversas sin dejarse superar por ellas. Por eso, la paciencia es una aptitud que debe revelarse precisamente cuando sufrimos situaciones difíciles.

En la tradición cristiana, la paciencia es la perseverancia en la esperanza de que Dios nos ayudará a superar el mal. Su opuesto es la ira.

Es importante considerar que ser paciente no sólo consiste en esperar a que cambien las cosas por sí solas. Paciencia es la cualidad de tolerar o soportar dolor o dificultades sin quejas pero con actitud positiva y luchadora. Por tanto, paciencia integra tres estadios: 1) paso del tiempo; 2) perseverancia para obtener lo que se desea; 3) actitud adecuada en el momento correcto.

En el estadio de paso del tiempo hay que sacar ventaja de ese aparente “tiempo muerto”. No podemos quedarnos ensimismados por aquello que nos ha pasado o “golpeado”. Tenemos que ser conscientes de que el “dolor” irá remitiendo y cuando éste desaparezca, estaremos en mejores condiciones para superar la dificultad. Por tanto, paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, no reaccionar o un simple aguantarse: es fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas a las que la vida nos somete para nuestro contínuo crecimiento.

En lo referente a la paciencia en su estadio de perseverancia, consiste en saber aceptar las situaciones o cosas negativas que nos ocurren pero sin rendirnos. Para ello es fundamental perseguir aquello que deseamos hasta conseguirlo, sin desfallecer y sin sucumbir al desaliento. Haciendo siempre lo máximo que esté en nuestra mano, según las circunstancias.

La paciencia como actividad correcta en el momento adecuado. Cuando “tenemos el tiempo encima” tendemos a desesperarnos, nos irritamos, gritamos y generamos un caos peor sin lograr resultado alguno. Este también es un momento para la paciencia. Nuevamente no se trata de esperar una solución “divina” -si bien podemos orar y pedir ayuda si somos creyentes- pero lo cierto es que también tenemos que enfrentar el problema. Tenemos que sabe pedir ayuda para trabajar en la consecución de la solución.

La vida diaría está llena de prisa y a menudo somos incapaces de disfrutar el presente. Para ello también es necesario paciencia, lo que nos ayudará a vivir mejor: 1) disfrutando las cosas y 2) viendo con claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos.

La paciencia es parte de la virtud de la fortaleza, que nos permite mantener la fidelidad en medio de las persecuciones y pruebas, y es el fundamento de la grandeza de ánimo y de la alegría de quien está seguro de hacer lo que le dicta su propia conciencia.

La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas cambien a mejor pues, muchas veces, aquellas cosas que no dependen estrictamente de nosotros, hay que saber darles tiempo.

La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y armoniosa.

Es necesario tener paciencia con todo el mundo, incluidos nosotros mismos. Con lo demás es fundamental para lograr mantener buena relaciones sociales. Hay que contar con los defectos de las personas que tratamos –muchas veces están luchando con empeño por superarlos- quizá con su mal genio, con sus faltas de educación y sus suspicacias... que, sobre todo, cuando se repiten con frecuencia, podrían hacernos perder nuestro interés en ayudarlos. El discernimiento y la reflexión nos ayudarán a ser pacientes, sin dejar de corregir cuando sea el momento más indicado y oportuno. Esperar un tiempo, sonreír, ser pacientes en definitiva, puede ayudarnos a ayudar a esas personas.

Paciencia con aquellos acontecimientos que llegan y que nos son contrarios: la enfermedad, la pobreza, los diversos inconvenientes que se presentan cotidianamente: los atascos de tráfico, los olvidos, la visita que se presenta en el momento más inoportuno. Son adversidades, quizá no muy trascendentales, que nos llevarían a reaccionar con irritabilidad e impaciencia. En esos pequeños sucesos también ha de aplicarse paciencia, pues aun siendo menores, son también más frecuentes.

Y para acabar un par de frases:

“La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte”. (Inmanuel Kant).

“La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”. (Jean Jacques Rousseau).

domingo, 8 de marzo de 2009

Los 4 Acuerdos Toltecas

En el sur de México, hace miles de años vivió un pueblo: los toltecas. Los antropólogos han definido a los toltecas como una nación o raza, pero en realidad, fueron un pueblo de artistas y científicos dedicados al estudio y preservación del conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados. Por eso algunos definen a los toltecas como un pueblo de “mujeres y hombres de conocimiento”.

Los toltecas vivían a las afueras de México en la ciudad de Teotihuacan –que significa lugar en el que el hombre se convierte en Dios- y formaron una comunidad de conocimiento integrada por maestros y estudiantes. Los maestros recibían el nombre de naguales.

Durante milenios, los maestros naguales se vieron forzados a esconder su sabiduría ancestral y a mantener su existencia en secreto. Afortunadamente, el conocimiento esotérico tolteca fue conservado y transmitido de una generación a otra por distintos linajes de naguales hasta llegar a nuestros días. Gracias a ello, hoy podemos conocer y aprovechar las poderosas enseñanzas de los toltecas.

El conocimiento de los toltecas toma como base –al igual que la mayoría de las tradiciones esotéricas del mundo- la unidad esencial de la verdad. Los toltecas no crearon ninguna religión propiamente dicha, aunque se muestran respetuosos con todos los maestros espirituales.

El conocimiento tolteca nos habla del espíritu pero va más allá, pues nos invita a practicar una determinada forma de pensar y actuar. Sus consejos fáciles de practicar en apariencia, tienen un efecto poderosísimo para transformar nuestra realidad y de esa manera, nuestra vida. A través de ellos se nos garantiza el poder transitar con mayor facilidad por el amor y la felicidad.

El conocimiento tolteca se basa en 4 Acuerdos que son los siguientes:

1. Se impecable con tus palabras

Para los toltecas es muy importante lo que decimos. Ellos distinguen entre las buenas palabras y las malas palabras. Las malas palabras son semillas de odio. Las buenas palabras son semillas de amor. Con las palabras hacemos “magia” y es por ello que nos invitan a ser “magos blancos” utilizando bien nuestras palabras para: crear, compartir, dar y amar.

Por el contrario, si empleamos mal las palabras, seremos “magos negros” y de esa manera no haremos sino enviar “veneno emocional” a todos aquellos a los que las dirijamos: culparemos, reprocharemos, mentiremos, destruiremos, expresaremos rabia, celos y envidia. Con malas palabras sembramos vientos y en consecuencia, a la postre, sólo podremos cosechar malos frutos y tempestades.

El término impecable significa actuar “sin pecado”. Es decir, emplear la fuerza y la energía de las palabras hacia los demás atentos para no causarles daño u ofensa. Tenemos que hacer lo posible por emplear las palabras en la buena dirección: la del perdón, la verdad y el amor.

Por eso el consejo es: utiliza tus palabras siempre correctamente: para compartir amor y hacer bien a todos. Las palabras, según las emplees, te liberarán o te esclavizarán. Si no has de decir algún bueno, mejor no lo digas. Porque como bien dice el adagio: “Somos dueños de nuestras silencios y esclavos de nuestras palabras”. (Véase la práctica del silencio por el Taoismo).

2. No te tomes nada personalmente

Nos dicen los toltecas que cuando tomamos las cosas personalmente estamos aceptando de esa manera el “veneno emocional” que nos envían los demás. Al considerar “personal” lo que el otro nos dice, estamos tragando ese veneno y, sólo entonces, es cuando nos hace daño.

La pregunta es ¿y por qué nos tomamos las cosas personalmente? Nos tomamos las cosas de forma personal por nuestro ego. Y, ¿qué es el ego? El ego es “la importancia personal” que te das a ti mismo. Tener ego es pensar que tú eres lo más importante del mundo; considerar que todo gira a tu alrededor, que tú mereces algo diferente a los demás, que eres distinto y mejor.

Cuanto más ego tienes, más personal te tomas lo que los demás dicen u opinan sobre ti.

Sin embargo, debes considerar que lo que otras personas dicen, lo que hacen, lo que piensan y las opiniones que expresan sobre ti, es sólo una proyección de la realidad de sus mentes. Nada de lo que piensan o hacen los otros está causado en realidad por ti. Su punto de vista, su forma de ver el mundo y su actitud frente a ti sólo surgen de sus creencias. Todo es fruto de la “programación” que recibieron durante su educación, a la que los toltecas llaman “domesticación”. El mundo es lo que ellos creen que es. Y algunos tienen una visión muy distorsionada porque están profundamente dormidos.

Si no te tomas nada personal, serás inmune a las acciones y opiniones de los demás, y entonces, te ahorrarás muchísimo sufrimiento.

3. No hagas suposiciones

En muchas ocasiones no hace falta que sean los demás los que digan, hagan u opinen sobre nosotros. A falta de eso somos nosotros mismos los que nos autogeneramos mucho “veneno emocional”. ¿Cómo lo hacemos? Mediante nuestros pensamientos generadores de suposiciones que, a fuerza de repetirnos, llegamos a creer verdaderas. Por eso, para evitarte ese veneno emocional, ¡no hagas suposiciones! ¿Para qué? ¡Evítalas! intentando averiguar la verdad. Es siempre mejor preguntar que hacer suposiciones. Con suposiciones sólo logramos construir grandísimos dramas. Al suponer, la mayoría de las veces, estás representándote una realidad equivocada o distorsionada y de esa manera tú mismo, sin intervención de nadie más te estás generando muchísimo sufrimiento.

Por tanto, ¡no des nada por supuesto! Si tienes dudas, ¡acláralas! Si sospechas, ¡pregunta! Expresa siempre lo que de verdad deseas y comunícate con los demás con la mayor claridad y sinceridad posibles. Suponer, te hace inventar historias sin fundamento que sólo te sirven para “envenenar” y “torturar” tu mente.

4. Haz siempre lo máximo que puedas

El último de los 4 acuerdos toltecas nos dice: “Haz siempre, según las circunstancias, lo máximo que esté en tu mano”. Por tanto, no te exijas siempre de la misma manera. No es posible que hagas o actúes igual cuando estás enfermo que cuando estás sano. No tienes la misma capacidad.

Si actúas siempre de la mejor manera posible y haces todo cuando esté en tu mano, obtendrás un efecto poderosísimo: nadie te podrá culpabilizar, juzgar y condenar. Ni tan siquiera tú mismo, pues tu conciencia estará tranquila: has hecho todo lo que podías según las circunstancias. Si has hecho lo máximo que podías, no caben los reproches.

Ahora bien, si haces las cosas porque te sientes obligado, por el qué dirán los demás, entonces no estás haciendo lo máximo que puedes de forma correcta. Lo máximo que puedas tienes que hacerlo siempre con libertad y por convicción. Si haces las cosas “porque tocan” o de manera forzada, es preferible que no las hagas.

Con la práctica de estos 4 acuerdos, los toltecas nos dicen que transformaremos nuestra vida permitiéndonos sentirnos más felices. Además, estos acuerdos tienen efectos muy poderosos para transformar nuestras realidad y que se incrementan a medida que los ponemos en práctica.

Para los toltecas, los hombres vivimos en un mundo de sueño. Los humanos no sabemos realmente quienes somos pues vivimos entre niebla y humo. El sueño de los humanos, esa niebla o humo, están conformados por todas las reglas de la sociedad: sus creencias; sus leyes; sus religiones; las diferencias culturales y las maneras de ser; los gobiernos; las enseñanzas; los prejuicios culturales; los acontecimientos sociales; sus celebraciones, etc. Estamos en definitiva “programados” para vivir, actuar e interpretar la realidad de una manera muy concreta. La que generación tras generación se ha ido programando en nuestra mente. Y esa manera, no es precisamente la más idónea para ser felices. Todo lo contrario, nos hacemos mucho daño a nosotros mismos, y también generamos mucho sufrimiento a los demás.

Por eso, debemos ser capaces de despertar de ese sueño y una de las maneras es poner en práctica a conciencia esos 4 acuerdos que tienen como elemento fundamental y común en todos ellos la práctica de la verdad.

¡Sigamos a los toltecas y despertemos aplicando sus Acuerdos!

(Este post ha sido elaborado a través de la información obtenida del libro del Dr. Miguel Ruiz que lleva por título los Cuatro Acuerdos).

domingo, 1 de marzo de 2009

Desapego

El pensamiento oriental en general suele coincidir en que la contención del deseo es esencial para evitar el sufrimiento y de esa manera, experimentar felicidad. Por contra la necesidad insatisfecha crea desasosiego y frustración. Sin embargo, una cosa son necesidades naturales o reales y otras aquellas que nos autoimponemos.

Sócrates, el más grande y virtuoso filósofo de la antigüedad, cuando paseaba por el mercado de Atenas y contemplaba los bazares repletos decía: "¡Qué rico soy, cuántas cosas hay que yo no preciso!". Los estoicos, con Séneca a la cabeza, dejaron dicho: "Se es pobre no por tener poco, sino por desear mucho". Por su parte los hedonistas de Epicuro reivindicaban la moderación en los deseos y defendían una idea muy similar: "Si quieres ser rico, no te afanes en aumentar tus bienes sino en disminuir tu codicia". (Ataraxia).

Esto nos lleva a considerar que hay ricos-pobres –los que jamás se conforman con lo que tienen- y hay pobres-ricos –los que aun no teniendo mucho, están satisfechos con lo que tienen.

Algunos psicoanalistas sostienen que la curación de algunas alteraciones sólo es posible cuando asumimos que somos seres limitados e incompletos. Todos, de una u otra manera, sufrimos carencias y debemos aprender a reconocerlas y a asumirlas. No podemos ser todo ni tampoco podemos tenerlo todo. El deseo es señal de una carencia, de un vacío. Cuando lo satisfacemos, la dicha nos dura muy poco y enseguida surge de nuevo otro deseo. Todo deseo satisfecho crea nuevos deseos. Los deseos irreales o inalcanzables son causa de profundo dolor y frustración; como lo es el deseo continuo de tener, alcanzar o conseguir cosas. En realidad, hay personas que son como pozos sin fondo que sólo por momentos parecen llenarse y rebozar. Sin embargo, su estar lleno es efímero. Pronto retorna la falta, la oquedad. Por eso hay que saber que no se trata de seguir rellenando inútilmente lo que no se puede rellenar, sino de renunciar a ese continuado relleno. En definitiva, en aceptar nuestra incompletud, sabiendo ver las cosas de la manera más positiva y optimista posible: el vaso medio vacío o medido lleno. La plenitud no está tanto en lograr lo que anhelas, sino en valorar aquellos de lo que dispones.

Hay 4 leyes básicas de la psicología transpersonal, que se han inspirado en ideas propias del budismo. Son las siguientes:

1.- Existe el sufrimiento, la decadencia, la impermanencia y la degradación.

2.- Se sufre por dos razones: Cuando uno tiene lo que no quiere y cuando uno no tiene lo que quiere o desea. El fundamento de las dos formas de sufrimiento es el apego.

3.- El camino de la libertad es el desapego, el desencadenamiento de la vida, de las cosas, de la personalidad y del ego. Cuando nos apegamos tenemos miedo de perder lo que tenemos o de no conseguir lo que queremos. Para Krishnamurti: “el apego corrompe”.

4.- El camino para lograr el desapego es el “camino medio”. Éste tiene que ver con la recta intención y el buen comportamiento, con la recta palabra y con practicar la meditación y la observación consciente de la realidad que nos rodea.

Según la psicología transpersonal, hasta los 35 años aproximadamente uno construye su ego -posición económica, trabajo, familia, etc.- “para ser alguien en la vida” o mejor dicho “parecer alguien en la vida”. Sin embargo, lo más esencial en cada uno de nosotros es transpersonal. Somos parte de una sabiduría divina o cósmica que está oculta detras de nuestro ego. El ego es una ilusión, una construcción que hacemos de nosotros mismos y la causa del sufrimiento. El desapego es justo lo contrario: la liberación del sufrimiento y con él, el tránsito por la felicidad. Por eso se dice que la construcción del ego es un camino de sufrimiento.

Para ser feliz es necesario parar el ego, parar los pensamientos y dejar que fluya la intuición que es la sabiduría que todos tenemos dentro. Para lograr esto ayuda mucho meditar sobre la verdadera importancia de las cosas, su trascendencia y en definitiva, si vale la pena luchar tanto en ocasiones para conseguir aquello que realmente no es tan importante para nuestra esencia verdadera, aunque sí para nuestro ego. Por eso tenemos que cambiar de “chip” mental y ver el mundo con otros ojos, de otra manera, con desapego de las cosas.

Las disciplinas orientales son más sabias y útiles para ese propósito pues nos muestran caminos para la liberación del sufrimiento psicológico innecesario; malestar que cuando es muy intenso, puede incluso llegar a generar enfermedades mentales. Por su parte, la mayoría de la psicología y psicoterapia occidentales van en sentido contrario. En lugar de enseñar a los individuos a liberarse, a fluir y aceptarse, lo que hacen es simplemente ayudarles a adaptarse a la sociedad fortaleciendo su personalidad. En definitiva, tienden a reafirmar el Yo de los individuos, su ego, en lugar de ayudarles a superarlo.

El desapego no es indiferencia

Algunos consideran que es difícil sentir amor y no experiementar apego a aquello que queremos. Tan es así que muchas veces hasta confundimos uno y otro.

Amor y apego no siempre deben ir de la mano. Los hemos entremezclado hasta tal punto, que ya casi los consideramos la misma cosa. Entendemos erróneamente el desapego como dureza de corazón, indiferencia o insensibilidad, y no es así. El desapego no es indiferencia por lo que ocurre, sino una manera sana de aceptar la realidad y de relacionarse con los demás, cuyas premisas son: independencia, no posesividad y no adicción. La persona no apegada es capaz de controlar sus temores a la perdida, a la no obtención del resultado, al abandono. Sabe que todas esas cosas no tienene en realidad trascendencia. De esa manera no hay cabida al egoismo ni a la deshonestidad.

La ley del desapego

Siguiendo a Deepak Chopra, esta ley nos dice que para adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la intención ni al deseo; renunciamos al interés por el resultado. Combinando al mismo tiempo la intención concentrada y el desapego, conseguiremos lo que deseamos.

El apego, por el contrario, se basa en el temor y en la inseguridad. Es algo que produce ansiedad y acaba por hacernos sentir vacíos. El apego es producto de la conciencia de la pobreza. En cambio, el desapego es sinónimo de conciencia de riqueza, y a partir de ahí se cuenta con la libertad para crear y hacerlo todo posible. Entonces, las cosas vendrán a nosotros espontáneamente y sin esfuerzo. Con apego somos prisioneros de la inquietud, la desesperanza, las necesidades mundanas, los intereses triviales. En definitiva, arrastramos una conciencia de la pobreza y de la carencia, y de esa manera, arrastramos una existencia mediocre.

La gente busca constantemente seguridad, pero con el tiempo descubriremos que esa búsqueda es en realidad algo muy efímero. Hasta el apego al dinero es una señal de inseguridad.

Quienes buscan la seguridad la persiguen durante toda la vida sin encontrarla jamás. La seguridad es evasiva y efímera porque no puede depender exclusivamente del dinero. El apego al dinero siempre creará inseguridad, no importa cuánto dinero se tenga en el banco. De hecho, algunas de las personas que más dinero tienen son las más inseguras.

La búsqueda de la seguridad es una ilusión. Esto significa que la búsqueda de seguridad y de certeza es en realidad un apego a lo conocido. ¿Y qué es lo conocido? Lo conocido es el pasado. Lo conocido no es otra cosa que la prisión del condicionamiento anterior. Allí no hay evolución, absolutamente ninguna evolución. Y cuando no hay evolución, sobrevienen el estancamiento, el desorden, el caos y la decadencia.

La incertidumbre, por otra parte, es el suelo fértil de la creatividad pura y de la libertad. La incertidumbre es penetrar en lo desconocido en cada momento de nuestra existencia. Lo desconocido es el campo de todas las posibilidades, siempre fresco, siempre nuevo, siempre abierto a la creación de nuevas manifestaciones.

Sin la incertidumbre y sin lo desconocido, la vida es sólo una vil repetición de recuerdos gastados. Nos convertimos en víctimas del pasado, y nuestro torturador de hoy es el Yo que ha quedado de ayer.

Renunciemos a nuestro apego a lo conocido y adentrémonos en lo desconocido, así entraremos en el campo de todas las posibilidades. Esto significa que en cada momento de nuestra vida habrá emoción, aventura, misterio. Pero cuando hay apego, la intención queda atrapada en una forma de pensar rígida y se pierden la fluidez, la creatividad y la espontaneidad.

Cuando nos apegamos a algo, congelamos nuestro deseo, lo alejamos de esa fluidez y esa flexibilidad infinitas y lo encerramos dentro de un rígido marco que obstaculiza el proceso total de la creación.

Esta ley no obstaculiza la fijación de metas. Siempre tenemos la intención de avanzar en una determinada dirección, siempre tenemos una meta. Sin embargo, entre el punto A y el punto B hay un número infinito de posibilidades, y si la incertidumbre está presente, podremos cambiar de dirección en cualquier momento si encontramos un ideal superior o algo que nos llena más. Al mismo tiempo, será menos probable que forcemos las soluciones de los problemas, lo cual hará posible que nos mantengamos atentos a las oportunidades. La ley del desapego acelera el proceso de creación de aquello que tenemos intención de obtener. Cuando entendemos esta ley, no nos sentimos obligados a forzar las soluciones de los problemas. Porque cuando forzamos las soluciones, solamente creamos nuevos problemas. No existen problemas sino oportunidades de cambiar y mejorar. Cuando nuestro estado de preparación se encuentre con la oportunidad, la solución aparecerá espontáneamente. Lo que resulta de esto es lo que denominamos comúnmente «buena suerte». La buena suerte no es otra cosa que la unión del estado de preparación con la oportunidad.

Ésta es, según Deepak Chopra la receta perfecta para el éxito, y como vemos, se basa en la ley del desapego.
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¡Que ustedes se desapeguen bien!