viernes, 20 de marzo de 2009

Paciencia

La palabra paciencia tiene por raíz latina "pati" que significa sufrir. De hecho el participio "patiens" se introdujo al castellano como paciente “el que sufre.” Por tanto, la palabra misma nos recuerda que la paciencia implica sufrimiento. Sin embargo es un sufrimiento digno con el que se espera una recompensa: la que nos vendrá con el transcurso del tiempo que cambia las cosas, con la perseverancia, o con la actividad correcta en los momentos adecuados.

Por tanto, la paciencia es la aptitud que nos permite soportar los contratiempos y dificultades. Es la actitud valerosa que nos permite hacer frente a las situaciones adversas sin dejarse superar por ellas. Por eso, la paciencia es una aptitud que debe revelarse precisamente cuando sufrimos situaciones difíciles.

En la tradición cristiana, la paciencia es la perseverancia en la esperanza de que Dios nos ayudará a superar el mal. Su opuesto es la ira.

Es importante considerar que ser paciente no sólo consiste en esperar a que cambien las cosas por sí solas. Paciencia es la cualidad de tolerar o soportar dolor o dificultades sin quejas pero con actitud positiva y luchadora. Por tanto, paciencia integra tres estadios: 1) paso del tiempo; 2) perseverancia para obtener lo que se desea; 3) actitud adecuada en el momento correcto.

En el estadio de paso del tiempo hay que sacar ventaja de ese aparente “tiempo muerto”. No podemos quedarnos ensimismados por aquello que nos ha pasado o “golpeado”. Tenemos que ser conscientes de que el “dolor” irá remitiendo y cuando éste desaparezca, estaremos en mejores condiciones para superar la dificultad. Por tanto, paciencia no es pasividad ante el sufrimiento, no reaccionar o un simple aguantarse: es fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las pruebas a las que la vida nos somete para nuestro contínuo crecimiento.

En lo referente a la paciencia en su estadio de perseverancia, consiste en saber aceptar las situaciones o cosas negativas que nos ocurren pero sin rendirnos. Para ello es fundamental perseguir aquello que deseamos hasta conseguirlo, sin desfallecer y sin sucumbir al desaliento. Haciendo siempre lo máximo que esté en nuestra mano, según las circunstancias.

La paciencia como actividad correcta en el momento adecuado. Cuando “tenemos el tiempo encima” tendemos a desesperarnos, nos irritamos, gritamos y generamos un caos peor sin lograr resultado alguno. Este también es un momento para la paciencia. Nuevamente no se trata de esperar una solución “divina” -si bien podemos orar y pedir ayuda si somos creyentes- pero lo cierto es que también tenemos que enfrentar el problema. Tenemos que sabe pedir ayuda para trabajar en la consecución de la solución.

La vida diaría está llena de prisa y a menudo somos incapaces de disfrutar el presente. Para ello también es necesario paciencia, lo que nos ayudará a vivir mejor: 1) disfrutando las cosas y 2) viendo con claridad el origen de los problemas y la mejor manera de solucionarlos.

La paciencia es parte de la virtud de la fortaleza, que nos permite mantener la fidelidad en medio de las persecuciones y pruebas, y es el fundamento de la grandeza de ánimo y de la alegría de quien está seguro de hacer lo que le dicta su propia conciencia.

La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Esto hace que las personas que tienen paciencia sepan esperar con calma a que las cosas cambien a mejor pues, muchas veces, aquellas cosas que no dependen estrictamente de nosotros, hay que saber darles tiempo.

La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y armoniosa.

Es necesario tener paciencia con todo el mundo, incluidos nosotros mismos. Con lo demás es fundamental para lograr mantener buena relaciones sociales. Hay que contar con los defectos de las personas que tratamos –muchas veces están luchando con empeño por superarlos- quizá con su mal genio, con sus faltas de educación y sus suspicacias... que, sobre todo, cuando se repiten con frecuencia, podrían hacernos perder nuestro interés en ayudarlos. El discernimiento y la reflexión nos ayudarán a ser pacientes, sin dejar de corregir cuando sea el momento más indicado y oportuno. Esperar un tiempo, sonreír, ser pacientes en definitiva, puede ayudarnos a ayudar a esas personas.

Paciencia con aquellos acontecimientos que llegan y que nos son contrarios: la enfermedad, la pobreza, los diversos inconvenientes que se presentan cotidianamente: los atascos de tráfico, los olvidos, la visita que se presenta en el momento más inoportuno. Son adversidades, quizá no muy trascendentales, que nos llevarían a reaccionar con irritabilidad e impaciencia. En esos pequeños sucesos también ha de aplicarse paciencia, pues aun siendo menores, son también más frecuentes.

Y para acabar un par de frases:

“La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte”. (Inmanuel Kant).

“La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”. (Jean Jacques Rousseau).

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