domingo, 29 de noviembre de 2009

Libertad

La palabra proviene del latín libertas-ātis, de igual significado y liber, como persona que habiendo alcanzado su madurez sexual, ya tiene capacidad de procreación y por tanto, puede asumir responsabilidades. También en sumeiro, el término Ama-gi escrito en caracteres cuneiformes se dice que significa "libertad", literalmente, "volver a la madre".
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Comúnmente, libertad es la facultad natural del hombre para obrar según su voluntad con independencia y según lo que estime conveniente. El concepto de libertad ha sido muy tratado por los filósofos. Para Aristóteles, la libertad está ligada a la capacidad del ser humano para decidir por sí mismo, y está unida a la moral. San Agustín, vincula la libertad con la realización efectiva del bien, para alcanzar la beatitud. Para Rene Descartes: "… es obrar de manera tal que no sentimos que ninguna fuerza nos fuerza." En Spinoza: "...es libre lo que existe únicamente por necesidad de su naturaleza y sólo por ella se determina la acción". Para Hegel, el concepto es fundamentalmente la libertad de la idea. Según Henri Bergson, la libertad es la capacidad de la conciencia para regirse por su propia naturaleza, independiente de las leyes y fenómenos de la naturaleza.
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La ética filosófica señala que la libertad es inherente al hombre. Todos los actos humanos presuponen la libertad para poder ser moralmente imputables (libre albedrío). Siguiendo a Ricardo Yekes Stork, la libertad se sitúa en la interioridad de la persona y es su máxima nota definitoria. “Permite al hombre alcanzar su máxima grandeza pero también su mayor degradación. Es quizás su don más valioso porque empapa y define todo su actuar. El hombre es libre desde lo más profundo de su ser. Por eso los hombres modernos han identificado el ejercicio de la libertad con la realización de la persona: se trata de un derecho y de un ideal al que no podemos ni queremos renunciar. No se concibe que se pueda ser verdaderamente humano sin ser libre de verdad."
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El filósofo francés Jean-Jacques Rousseau afirmó que la condición de la libertad es inherente a la humanidad, una inevitable faceta de la posesión del alma, con la implicación de que todas las interacciones sociales con posterioridad al nacimiento implican una pérdida de libertad, voluntaria o involuntariamente. Rousseau hizo famosa la frase: "el hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado". Esto según Ricardo Yepes Stork no es del todo cierto porque: "Yo no soy libre de tener una determinada constitución biopsicológica, ni de nacer en un determinado momento histórico o en cierta región, pero sí soy libre de asumirla o no en mi proyecto biográfico. Imaginarse una libertad pura, carente de estas condiciones, sin limitación, es una utopía; una libertad así sencillamente no existe, pues todos estamos determinados inicialmente en nuestras decisiones por la situación que vivimos y por el tiempo en que hemos nacido. Dicho de otro modo: nuestra libertad no excluye sino más bien presupone el complicado dinamismo en el cual se mueve el hombre. Por lo que la esfera de la libertad no se da de una vez y para siempre, sino que ha de ser conquistada todos los días, a través de cada una de las acciones".
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En general, el estado de libertad define a quien no es esclavo, ni está sujeto, ni impedido por el deseo de otros de forma coercitiva. En otras palabras, lo que permite al hombre decidir si quiere o no, hacer algo. Ese estado, lo hace libre, pero también responsable de sus actos, pues hacer lo que uno quiera, sin responsabilidad, es libertinaje. La razón estriba en que el ejercicio de la libertad siempre implica una clara opción por el bien. De ello se deriva que la libertad de obrar nuestra personal voluntad, puede terminar por ir contra nosotros mismos –dañarnos- e incluso hacernos perder la propia libertad. Por eso se dice, que la libertad tiene relación con la autonomía personal que permite al ser humano pensar y actuar dándose normas a si mismo, sin que medie autoridad alguna, aunque ejerciendo la denominada responsabilidad personal y social: “mi libertad personal acaba donde empieza la del otro”. De ahí, también que, todas las sociedades se hallan dado reglas para regir el comportamiento humano, pues de lo contrario, sería imposible vivir pacíficamente en sociedad.
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Como es deducible por lo hasta ahora dicho, la libertad es un concepto abstracto de muy difícil definición, de manera que, a modo muy personal, la libertad puede sólo comprenderse a partir de aquello que no es. Es decir, es sólo posible definirla según el contexto y las condiciones en las que se da, ya que en la mayoría de los casos, sólo se puede hacer uso de ella en función de las opciones, siempre limitadas que se nos presentan.
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La libertad interpersonal viene definida por las normas que se dan para si las sociedades. Es el ordenamiento jurídico el que establece en la búsqueda del bien, qué se puede hacer y de qué manera. Sin embargo, no prohibe lo que produce un daño, sino que respetando la libertad de los individuos, se limita a establecer las consecuencias derivadas de las conductas contrarias al bien común. Así por ejemplo, el Código Penal no prohibe matar, sino que establece qué consecuencias se derivarán para aquél que le quite la vida a otro.
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En cuanto a la libertad interior, ésta es todavía más indefinible y etérea. Por ejemplo, cómo definir y delimitar el miedo, la lujuria, o la ira del mundo interior de cada cual. Este tipo de "dominio" no depende de nada ni nadie más que de nosotros mismos.
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Otra forma de abordar el concepto de libertad, la encontramos en el filósofo Isaiah Berlin (1909-1997). Para Berlin es importante distinguir entre la "libertad de" (libertad negativa) entendida como una ausencia de obstáculos en el camino de la acción -especialmente por parte de otras personas o de factores externos, por ejemplo, nadie es libre de volar como un pájaro, aunque puede ser libre para intentarlo- y la "libertad para" (libertad positiva) que se refiere a la facultad de tomar decisiones que conduzcan a la acción.
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La verdad, la libertad y la responsabilidad
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"La verdad os hará libres" (Juan 8, 32). Esta frase evangélica establece una estrecha relación entre la verdad y la libertad. El hombre es un ser inexorablemente moral por el carácter libre de su persona. Por eso, estar en la verdad, es un requisito imprescindible para que la actuación humana sea verdaderamente libre.
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La libertad se fundamenta en la condición del hombre libre, esto es, capaz de decidir por si mismo y dueño de sus actos. En esto se diferencia de las demás especies. Nuestra vida es un proyecto continuo: la construimos nosotros día a día con nuestras acciones. Por ello, no se puede decir que el hombre es libre sólo porque puede tomar decisiones por si y ante si. El hombre es plenamente libre cuando elige lo que es bueno para si mismo y para los demás: lo justo lo verdadero. Sin embargo, puede también escoger bienes aparentes o falsos y optar contra si mismo eligiendo el mal o lo que le daña. Eso no es en autentica libertad, pues va contra el postulado fundamental: obtener el bien propio o ajeno o evitar el daño. De ahí que en el ejercicio de su libertad en su más amplio sentido, el hombre no puede desligarse de referencias objetivas, compromisos y responsabilidades. Ello nos da idea clara de que la libertad humana es por tanto, falible y limitada.
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En definitiva, la libertad viene acotada siempre por aquellas inclinaciones y aspiraciones más profundas de la propia naturaleza humana. Por eso, libertad es un concepto abierto que exige continuamente ser aquilatado. No hay auténtica libertad sin responsabilidad en la toma de decisiones. La responsabilidad del hombre por sus actos le obliga a amar apasionadamente la verdad y buscarla sin tregua; a distinguir entre lo falso, lo aparente, lo que le interesa egoístamente y lo verdadero; a someter sus caprichos, arbitrariedades y tendencias a una disciplina libremente asumida; a contrastar la realidad de sus acciones, fantasías y deseos, y a aprender siempre de la experiencia y a aceptar el sufrimiento.
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Nadie dijo que ser libre fuera fácil.

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