domingo, 1 de noviembre de 2009

Aceptación


Del latín "acceptatio", con el mismo significado, aceptación es el recibimiento voluntario de una cosa. La aceptación es una parte muy importante de nuestra felicidad. Por eso algunos la llaman “la primera ley del espíritu”.

El mundo gira y pasan miles de cosas a nuestro alrededor. La mayor parte del tiempo nuestra única opción es: "¿Lo acepto, o no?" Si lo aceptamos, fluimos. Permitimos a la vida que "haga lo que ya está haciendo". Si no lo aceptamos, resistimos y esa resistencia conlleva un desgaste y un sufrimiento que nos aleja de la felicidad. Sentimos presión, dolor, frustración, ansiedad y enfermedad. Tenemos conflicto con lo que es y entonces se desata un conflicto interior, dentro de nosotros, que es el que más daño nos hace.

Aceptar no es lo mismo que tolerar. Es simplemente ver algo como es y decir: “Puedo cambiarlo, pues lo cambio. No puedo cambiarlo, pues no me queda más remedio que aceptarlo”. Siendo siempre conscientes de que: Lo que resistes persiste, y lo que aceptas, se transforma.

Aceptar implica darse cuenta -ser consciente- de que hacer otra cosa distinta de aceptar, será doloroso e inútil. Con el no aceptar tratamos de controlar al mundo. Pero el mundo, es incontrolable.

Podemos hablar de aceptación de uno mismo, de aceptación de los demás y de aceptación de las situaciones difíciles que en general nos trae la vida.

Aceptarse a uno mismo es el punto de partida básico. Si no somos capaces de aceptar como somos, si nos combatimos a nosotros mismos, ya de inicio, difícilmente aceptaremos al resto o al mundo y la vida con aquello que nos da. Es importantísimo conocerse a uno mismo: con nuestra viturdes y nuestros defectos; nuestras fortalezas y debilidades. Aceptarnos en lo bueno y en lo malo. Ser conscientes de dónde estamos y, trabajar por mejorar aquellos aspectos de nosotros que nos hacen sentir mal y nos producen dolor en nuestra relación con los demás. Aceptar que hay cosas de nosotros que no podemos cambiar –por ejemplo concretos defectos físicos- y aceptar que, si determinada actitud o comportamiento nos provoca daño, reconocerlo aceptando que está en nuestra mano hacer lo posible por mejorarlo; o bien, aceptar que no estamos dispuestos a cambiar, pero a su vez -entonces- aceptando también que no querer hacerlo nos generará mucho daño.

Aceptar a los demás es el paso siguiente. También es difícil, ya que siempre percibimos y nos hacemos una imagen del otro: pensamos que es como le ven nuestros ojos y contraponemos esa imagen que fabricamos a aquella otra que, con nuestro corazón, nos gustaria que tuviese. Actuamos pues, con prejuicios. Una forma para entender que los demás no son como nosotros creemos que son, es ser conscientes de que una misma persona, es una persona distinta para cada una de las personas que se relacionan con ella. Por ejemplo, nuestro jefe es una persona, pero no es la misma persona para todos sus empleados, -desde luego que, no es el mismo para aquellos que le admiran, que para los subordinados que le detestan y sin embargo, todos son sus empleados- para sus vecinos que para su madre; para su esposa que para sus propios hijos. Hay tantas personas en una misma persona, como personas se relacionan con ella.

Para la aceptación de los demás debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué me aporta este ser? Incluso, que me enseña éste que tanto me hace sufrir. Es decir, debemos aceptar las experiencias que nos hacen vivir los demás, tanto las buenas como las no tan buenas. Cuando alcancemos la respuesta, comprenderemos finalmente, que todo el mundo que pasa por nuestra vida cumple una misión importante para nuestra evolución personal. Todos. Incluso los que más daño nos hacen, en ocasiones, son los que más nos ayudan a impulsarnos en el camino de nuestro crecimiento como personas. Y sin embargo, aquél que nos hace "crecer" de esa manera, no siempre es consciente del papel que desempeña para nosotros. Pero lo cumple, no por sí, sino a través nuestro, pues en el fondo, somos nosotros los que tenemos algo que arreglar en nuestro interior; algo que no estamos haciendo bien; alguna cosa que debemos integrar. Algo tan sencillo en ocasiones como aprender a no relacionarnos o a desprendernos de algo o alguien que nos hace sufrir o que nos está limitando como personas. Por ejemplo, aprender a aceptar que hay personas que no tienen que estar en nuestra vida. Ésta, es una de las razones por las que nunca debemos desear mal a quien nos ha hecho daño. En realidad, estuvieron ahí para que aprendieramos y superáramos algo. Precisamente, aquello que sólo lograremos comprender a través de poner en práctica aceptación.

Por último, está la aceptación de las situaciones que nos trae la vida: las pérdidas, los deseos que no alcanzamos; la frustración; las ilusiones truncadas, etc. De esto nos habla mucho y bien el extraordinario libro de Elisabeth Kübler-Ross “La muerte un amanecer” cuando nos enfrentamos a la pérdida de un ser querido. Según Kübler-Ross, las fases del duelo por la muerte de una persona son 5. Sin embargo, este proceso es aplicable a cualquier otra circunstancia vital y lo traigo a colación porque el final del proceso –duro y doloroso- no es otro que la aceptación.

Las 5 etapas son las siguientes:

1. La negación. Es el choque, el abatimiento, el pánico total, el rechazo total a aceptar, a admitir la realidad. Uno hace todo lo posible por darle la vuelta a las cosas; intentar que vuelvan a lo que eran; actuar y comportarse como si nada hubiera pasado. Los psicólogos dicen que la negación es el sistema de defensa primario para reducir la ansiedad cuando nos sentimos amenazados.

2. El odio. Cuando dejamos de negar la realidad, pasamos a la cólera. Nos reprochamos y culpabilizamos a nosotros mismos o a los demás por la pérdida que acabamos de sufrir. Esta fase es muy complicada y debemos ser prudentes. La rabia que sentimos puede llevarnos a provocarnos un daño todavía mayor del que ya está hecho, de tal forma que, con esa actitud sólo empeoramos la situación en lugar de salir adelante.

3. La negociación. Una vez calmado, uno intenta a toda costa evitar la perdida. Uno regatea, se rebaja, se humilla, con tal de no afrontar la realidad. Sin embargo, esa negociación no conduce a nada, es absurda. Al final, si entramos en ese juego, terminaremos pagando en tiempo a cambio de intentar superar el dolor y sin embargo, nos nos servirá de nada.

4. La depresión. Se produce cuando uno al fin ve que la negociación no conduce a nada; que uno lucha sólo por evitar ver la dura realidad y entonces, decide dejar de esconderse. Es en ese momento cuando caemos en la profunda tristeza, es decir, en la depresión.

5. La aceptación. Nos ponemos en paz con la realidad. Nos acercamos y la miramos a los ojos con respeto. Esta etapa no debe considerarse como alegre; al contrario, los sentimientos se han extinguido: como si el dolor hubiera desaparecido, como si la lucha hubiera terminado. Se da un cierto vacío pero uno es, finalmente, libre. Libre de quedarse, de irse, de seguir adelante, de tomar las decisiones más equilibradas. Uno acepta la perdida, pequeña o grande, pero se asume. Uno se ha adaptado. Hemos aceptado. La lucha ha concluido y con ella, el sufrimiento.

Este proceso se llama proceso de duelo o de cura, porque las etapas por las que uno atraviesa son similares a las de la pérdida de un ser querido y con el mismo resultado: la aceptación de que nuestro ser querido ha muerto. Si no pasamos por estas 5 etapas, las interrumpimos o eludimos, no será posible aprender de la experiencia vivida y volveremos a repetirla con esa u otra experiencia similar.

Por eso, para acelerar el proceso de aceptación debemos ser conscientes de varias cosas importantes. Así si muchas veces no somos capaces de controlarnos a nosotros mismos –nuestras reacciones- es decir aquello que tenemos más cerca, si no podemos controlar nuestros propios pensamientos, sentimientos y reacciones físicas, ¿como pretendemos controlar el mundo y a los demás? ¿Sobre que tenemos un control más próximo? Sobre nosotros mismos. Pues entonces, actuemos sobre nosotros. Seamos conscientes de que ni podemos controlarlo todo, ni podemos entenderlo todo, ni podemos tenerlo todo. ¡Ni tan siquiera podemos ser capaces de aceptarlo todo!

Nuestra “parte natural” piensa que la respuesta lucha-huida es la mejor. Los genes nos han programado de esa manera. Ahora, con nuestra consciencia más evolucionada necesitamos convencer gradualmente a esa “parte natural” de que la respuesta Amor-Aceptación es más valiosa para nuestra vida feliz de lo que era la reacción lucha-huida cuando siendo menos conscientes, éramos más animales. Ese proceso de convencer es lo que se denomina educación. El origen de la palabra es "educare", "guiar desde adentro”, desde nuestro interior, con nuestra consciencia, en lugar de un proceso de guía externo.

Y lo curioso de todo esto es que, en el proceso de enseñar-aceptación, hay que practicar a su vez, aceptación. Aprendamos a aceptar lo que somos. Démonos cuenta que vamos a hacer cosas que no nos van a gustar -cualquier cosa, desde actos, pasando por pensamientos y palabras-. Aprendamos a aceptar incluso nuestra incapacidad para aceptar algunas situaciones y personas. Cuando no estemos aceptando algo, hagamos el esfuerzo por aceptar aquello que no estamos aceptando. ¿No puedes aceptar tu falta de aceptación? Pues entonces, acepta el hecho de que no puedes aceptar tu falta de aceptación.

Uno de los beneficios de la aceptación es una sensación de aligeramiento y alivio inmediato. A medida que aceptamos, la carga se alivia y comenzamos a sentir "la ligereza del ser". Pero recordemos que, la verdadera aceptación es incondicional. Aceptar es no exceptuar nada. Aceptemos nuestros pensamientos, nuestras sensaciones, nuestros actos, nuestras palabras. También no olvidar que tolerar no es aceptar, tratar de aceptar no es aceptar. Aceptemos la realidad que nos rodea y a los demás. Pero no aceptemos por aceptar sino con una finalidad: la de ser conscientes para cambiar lo que podamos cambiar y para renunciar a lo que no esté en nuestra mano cambiar. Aceptemos nuestro pasado: todas las cosas que hicimos; las que no hicimos; las que desearíamos no haber hecho, y todas las cosas que desearías haber hecho. Por tanto aceptemos pero con optimismo, jamás con pesimismo. El deseo de lo que se tiene, y la aceptación, son posturas esencialmente optimistas. En definitiva, no aceptemos con resentimiento y a la fuerza o porque sí. No funciona de esa manera. Si podemos hacer algo, hagámoslo: busquemos la solución del problema. Sólo cuando las evidencias reiteradas nos demuestren que no es posible: aceptemos que no pudo ser.

Aceptación significa que puedes encontrar en tu corazón la serenidad que te libere del pasado con sus errores y pesares; y te prepare para recibir el nuevo futuro apreciando la oportunidad de nuevas circunstancias en tu vida.

No se puede alcanzar el Amor sin vivir la Aceptación, y ésta recordémoslo, se vive en cada uno de los segundos de nuestra vida.

Nuestros únicos y grandes frenos, son la no-aceptación de nosotros mismos y de los demás y, esencialmente, las heridas que nos provoca el orgullo y las heridas del ego.

3 comentarios:

  1. Comparto y entiendo la definicion perfectamente, pero en la práctica?

    Supongo que la aceptación te dará gozo y paz en el corazón, pero este estado es un poco ideal o no?

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  2. Aceptar en la práctica es persuadirse de que al final en la vida, "nada importa nada y por tanto, aprende a reírte de todo". Cuántas veces hemos sufrido y nos hemos preocupado por cosas que con el paso del tiempo hemos relativizado o incluso visto absurdas a posteriori. Y respecto a si es un estado ideal, pues efectivamente lo es, en tanto que mental. Los pensamientos dejan de martillearnos y obsesionarnos. Nos dejamos ir, nos liberamos, dedicamos nuestra atención a otras cosas y de esa manera, sentimos que nos llega la paz que hemos impedido que llegue a nosotros cuando, resistiendo, no aceptabamos aquello que, sólo nos queda como remedio aceptar.

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  3. Me ha encantado el texto. Me lo copio en mi agenda personal para releerlo de vez en cuando. Tengo varios problemas:

    - Las marcas e mi cara me hacen no aceptarme a mi mismo

    - Ésto anterior lo he pagado con mi ex pareja (por eso me dejó) y lo que ha hecho sentirme mas culpable todavía.

    - Y para colmo, la actual siuación econ-omica mundial me presiona y me hace sentir ams culpable odavia por el hecho de que ahora podrán trabajar los "in defectos" por lo que mi subsconsciente me excluye de toda posibilidad laborar...

    Pero esoy luhando con todo esto con mi familia y necesito a veces ver que mi caso no es aislado y gracias a extos como este puedo darme cuenta de que todo el problema esta en mi interior. Solo yo puedo arreglarlo.

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