sábado, 26 de diciembre de 2009

Valentía

El hombre del tanque de Tianamen

La valentía es un valor universal que nos enseña a defender y luchar por aquello que a nuestro juicio vale la pena y es correcto. Con valentía dominamos nuestros miedos y nos sobreponemos a la adversidad. La valentía exige fuerza interior y convicción para hacer lo que creemos que tenemos que hacer en los momentos difíciles de la vida. La diferencia entre valentía y temeridad es que en la primera, se evalúan las consecuencias derivadas de nuestras acciones: valoramos si el riesgo que implican nuestros actos es aceptable. En la temeridad se actúa sin considerar qué puede ocurrir.


Ser valiente no es sencillo. La valentía significa afrontar las consecuencias de nuestros actos. Hay que tener fortaleza para aceptar nuestros errores y afrontar las consecuencias. L vida es dura. Todos tenemos que soportar y sobreponernos a situaciones difíciles: la pérdida de un ser querido; ser despedidos de nuestro trabajo; sufrir una enfermedad grave; la soledad o la discriminación, etc. La valentía es la diferencia entre hundirse o seguir luchando para hacer frente y superar todos esos reveses vitales.

La valentía también tiene que ver directamente con defender lo que sabemos que es correcto. La conciencia nos susurra con frecuencia que se está cometiendo una injusticia, o violando un derecho. En esos momentos, una persona íntegra, con suficiente fortaleza, adopta una posición concreta de valentía para actuar como es debido, defendiendo y luchando por lo que cree que está bien y aun a costa de arriesgar (quizá comodidad, aceptación, estatus, privilegios, posición, etc.). Porque en el juicio de valor que realiza, aquello que decide defender, prepondera sobre lo que arriesga puede perder.

Por ello, la valentía implica ser consecuentes con nuestros pensamientos, y en asumir nuestras decisiones. Lo habitual o lo fácil es desentenderse. Sin embargo, por amor a la verdad, por respeto a los demás, por coherencia con uno mismo y por integridad personal, es preciso reaccionar frente a aquello que considerrmos que no está bien, que no es justo, que no debe permitirse.

Reconocer por ejemplo delante de nuestros hijos, o de nuestros empleados, que hemos mentido, obrado mal o pedir perdón, no nos quita ninguna autoridad; todo lo contrario, refuerza nuestra posición pues con humildad y honestidad, se conquistan los corazones de los demás. Reconocer la verdad es el primer gesto de valentía.

A través de la valentía las personas ordinarias se convierten en seres extraordinarios pues hacen cosas impensables para el resto. Como el protagonista de la foto: el hombre del tanque de Tiananmen (Véase aquí el vídeo). Este hombre arriesgó su propia vida y no le importó porque tenía la convicción de que los tanques no debían avanzar para aniquilar la libertad de los estudiantes que se manifestaban en la Plaza de Tiananmen.

Sin embargo, sin irnos a supuestos tan extremos -y que casi rayan en temeridad- si no fuera por lo bello de la causa- existen muchas formas cotidianas de ser valiente. Una persona que defiende al débil, que admite sus errores, que afronta las consecuencias de sus actos, que no calla cuando sabe que algo está mal, puede estar asumiendo riesgos, pero también está creando una diferencia real en su vida y en el mundo que le rodea. Está propiciando y contruyendo un mundo mejor. Eso es ser valiente.

Los seres humanos solemos dejarnos llevar por la comodidad y, desgraciadamente, por los miedos. Con gran frecuencia generamos nuestros propios fantasmas y temores. Nos representamos consecuencias que aún no existen, pero que vemos como posibles. Es hasta cierto punto habitual, que nuestra mente sea nuestra principal y mayor enemiga planteándonos escenarios catastrofistas y desoladores, que nos paralizan porque simplemente creemos que algo puede salir mal. Esa es precisamente la actitud contraria a la valentía. Se llama cobardía.

La valentía es afrontar riesgos y vencer miedos. A veces, las consecuencias de alguna de nuestras acciones valientes pueden ser duras. Existe por ello una relación proporcional entre riesgo y valentía.

La valentía no cambia el mundo de repente. Es posible que no nos asegure el éxito inmediato. Sin embargo, hay una gran diferencia entre ser un cobarde y ser un valiente: la posibilidad de lograr algo. En la valentía se da siempre la esperanza. Realizo algo en la confianza de que va a servir para algo bueno. Sin embargo, quien no es valiente tiene un destino cierto: la mediocridad. Quien es valiente puede tener un futuro inmediato más incierto, pero lucha con la esperanza de mejorar desde donde parte. Con valentía busca un resultado positivo.

La valentía ha forjado patrias, construido grandes empresas y aglutinado comunidades. La cobardía nunca ha hecho que algo valga la pena. Por el contrario, la cobardía y su padre el miedo, engendran sociedades enfermizas y débiles. La valentía en cambio, produce personas dignas de respeto y confianza, sociedades sanas y fuertes.

La valentía es un valor que se vive día a día, en las pequeñas cosas. La valentía va emergiendo poco a poco y conquista pequeños triunfos. No es necesario esperar grandes afrentas, tremendos retos o increíbles batallas. El miedo y la cobardía sumergen a las personas, a las familias, a las sociedades y a las naciones en una situación sin esperanza y sin futuro; un escenario de sometimiento y de resignación.

Unos se conducen en su vida de forma temeraria. Otros en cambio están paralizados por sus miedos. Ni una cosa, ni la otra. Entre una actitud y la otra hay un término medio para luchar y defender aquello en lo que creemos, sin miedo al ridículo o al fracaso, trabajando con dignidad.

La valentía exige coherencia con nuestra forma de pensar y corage en el actuar. Hay circunstancias en que es obligatorio hablar para salir al paso de una opinión mayoritaria pero equivocada, y aunque nuestra opinión no guste o no sea compartida por una mayoría. Callarnos porque puede acarrearnos problemas es no ser honesto con nosotros mismos.

Y para concluir un par de frases sobre valentía que me gustan especialmente:

“Es preciso saber lo que se quiere; cuando se quiere, hay que tener el valor de decirlo, y cuando se dice, es menester tener el coraje de realizarlo”. (George Clemenceau).

“Todos los triunfos nacen cuando nos atrevemos a comenzar”. (Eugene Ware).


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