domingo, 25 de octubre de 2009

Sencillez

Del latín singellus, sin artificio ni composición.

La verdadera sencillez sólo puede originarse interiormente, y de ahí luego proviene la expresión externa. Lo que uno es en su interior fluye hacia fuera y se manifiesta.
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Para ser sencillos, debemos ser libres. La verdad es sencilla. La verdad os hará libres (Juan 8, 23). Sed sencillos como palomas (Jesús).
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Si hay sencillez, no ha lugar a egoismo, codicia, deseos irreales, envidia, consumismo… Todo eso nos atrapa, nos esclaviza, nos somplica y nos somete.
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La ausencia de sencillez en nuestra forma de ser, vivir y comportarnos, contribuye a la insensibilidad. Con actitudes forzadas no lograremos ser jamás sencillos. Todo lo contrario, cuando más deseamos controlar, reprimir y obtener, más ahogamos a la sencillez y más nos alejamos de la armonía que conlleva. Sin sencillez de ánimo, resulta muy difícil apreciar el valor de las cosas. Si no hay sencillez, uno no puede ser sensible al mensaje interno de la vida porque nos perdemos en el artificio y en lo superfluo. Por ejemplo, es muy difícil apreciar la grandeza y belleza de la naturaleza.
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Sencillez con naturalidad, sin forzar, sin imponérnosla o sin buscarla. Sin reservas y sin condicionantes. Para ser sencillos debemos aprender a liberarnos de nuestra mente que impone, obliga, controla y establece qué está bien y qué está mal; qué debemos hacer y qué no. Porque se es sencillo con el corazón, con los sentimientos y con el alma. Luego eso trasciende y nos permite ser sencillos en el pensar, en el hablar y en el actuar. Ser sencillos es fluir con nuestra esencia.
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Sencillez como sensibilidad para recibir, percibir y entender. Sin barreras, sin miedo, sin complejos. Lo complejo abotarga, densifica y obscurece alejándonos de la felicidad. La felicidad a través de la sencillez como madre de la Humildad.
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Sin embargo, ser sencillo no es ser simple. Ser sencillo es estar con la esencia de las cosas, con su naturaleza primera y elemental. Sin artificios, ornatos, consideraciones, prejuicios o suposiciones. Orillando el conflicto o cuando menos, no contribuyendo a su generación o propagación. La verdad es sencilla, la mentira complicada. Cosa distinta es que nosotros, a través de la mente intentemos subvertir esa polaridad transformándola en nuestro interés egoísta y por lo general, equivocado. Con ello, lo único que conseguimos es complicar nuestra vida y alejarnos del camino de la felicidad.
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La sencillez está alejada del “ego” esa fachada que nos recubre, nos acartona, nos hace ir todo el día de aquí para allá con una especie de escafandra y traje de buzo para protegernos de nuestros miedos, reservas, vergüenzas, temores, dolor y egoísmo. NO hay mente más alejada de la sencillez que la mente presta a las especulaciones, las suposiciones, las creencias sin fundamento y las suposiciones sin sentido. Sólo una mente libre puede encontrar la verdad de las cosas, y entonces, comprender para aceptar, para recibir, para ser. Ese es el camino de la sencillez. Un camino fácil de transitar, aunque difícil de encontrar fundamentalmente por las trampas que nos pone nuestra mente. Por eso, para ser sencillos, escuchad vuestro corazón, vuestros sentimientos, lo que dicta esa vocecita anónima y muchas veces apenas audible -por tenue y casi callada- que os habla con extremada sensibilidad y sencillez desde vuestro interior. Esa voz siempre tiene razón. Esa voz, es sencilla y sabia.
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La sencillez atrae a la intuición y el discernimiento para crear pensamientos con esencia y sentimientos de empatía hacia nuestros semejantes. Con sencillez se desarrolla la conciencia que conduce a las personas a replantearse sus valores y con ello, a cambiar su forma de ser y vivir.
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La sencillez se manifiesta en las actitudes, las palabras, y el estilo de vida. La sencillez es natural y pura como una gota de agua. Puede tener una apariencia corriente y carente de atractivo para muchos, especialmente para las personas con mucho ego. Sin embargo, para aquellos que poseen la sensibilidad, la espontaneidad y la naturalidad de un niño, es reconocible y valorada al momento.
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La sencillez combina amabilidad y sabiduría. Surge del interior de nuestro ser, de nuestra alma. Es nuestra esencia. En la sencillez hay Generosidad, entrega y armonía. Está libre de deseo mal dirigido. La sencillez nos provee de Serenidad y paz interior. Con sencillez nuestro comportamiento es siempre más fácil de entender y aceptar por los demás.
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La naturaleza es sencilla aunque la vida es complicada. La naturaleza nos demuestra cada día que los procesos se suceden, de manera sencilla, con una armonía y una lógica cadenciosa y llena de orden. Es nuestra intervención en ese proceso, lo que complica nuestra interacción con ese entorno y nuestra percepción del mismo.
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Paradójicamente no es sencillo actuar con sencillez en nuestro mundo extraordinariamente tecnificado y trabado de complejas relaciones sociales, políticas y económicas. Por eso, no debemos perder de vista nunca el origen y como los taoístas, buscar siempre el referente de la naturaleza. Ella nos da las mejores respuestas precisamente por ser las más sencillas. Las claves están en la vida y ésta nos las ofrece a veces de manera tan evidente y sencilla que, nuestra mente, extraordinariamente complicada, no es capaz de atisbarlas.
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La auténtica sencillez es bella, muy bella. La belleza es reconocible por el sencillo de corazón y despreciada por el egolatra que tiende a lo artificioso. La verdadera belleza es interior como la auténtica sencillez. No necesita mostrarse, presumir o hacer ostentación. La belleza de las pequeñas cosas de la vida: la sonrisa de un niño; la flor silvestre en la vereda del camino; el aletear de una mariposa; el copo de nieve; la lluvia serena; el trino de un pájaro; la puesta del sol; el campo de espigas mecido por el viento; la luna llena de resplandor blanco y sereno…
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Sencillez es apreciar la belleza interna y reconocer el valor de todo acto, incluso de los más aparentemente intrascendentes. Es considerar que todas las tareas, incluso la más humilde, tienen valor y dignidad.
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Con sencillez podremos generar la conciencia necesaria para replantear nuestros valores y creencias, muchas de ellas equivocadas y alejadas de nuestra esencia. Esa que nos conduce a nuestro auténtico ser de felicidad.
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Los sencillos de corazón son amables, sinceros y no albergan reservas. Sed como niños, sed sencillos de corazón. El verdadero amor es sencillo e incondicional.
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Lo dijo Jesús, ¿veis un niño? pues así vosotros. No vayáis de "trepas" por la vida, sed sencillos, acogedores, sed pequeños. Sólo a ellos se les revela el verdadero sentido de la vida, los secretos del Reino de Dios, sólo ellos, son los verdaderamente grandes. Sed pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas.(Mt. 10,16).
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“Sed humildes, pero no temerosos. Sed sencillos, pero no ingenuos. Sed reflexivos, pero no complicados. Entrad en diálogo con todos, pero sed vosotros mismos”. Consejos del Papa a los jóvenes de Génova (18 de mayo-2008).


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