jueves, 6 de noviembre de 2008

Generosidad

La generosidad es el hábito de dar y entender a los demás que refleja deseo de ayudar. Hay algo profundo que actúa en la generosidad pues la acción de dar relaciona a dos, el que entrega y quien recibe. Esa relación hace que nazca un nuevo sentido de pertenencia entre ambos. El vínculo activo de alguien –el que crea felicidad dando- con el otro al que ofrecemos nuestra generosidad. Por eso, la acción de dar es creativa de bienestar. Practicando generosidad la persona se desprende libremente de algo, sin sensación de pérdida. Antes al contrario, obtiene por ello una gran satisfacción.

Dar es lo inverso al apego, actitud que siente y fomenta el ego. Éste siempre persigue el interés propio y la individualización. El ego nos esclaviza pues funciona continuamente con las ideas de posesión, carencia y pérdida. Por el contrario, la auténtica libertad nos la da el desapego, pues las personas libres viven en el espíritu y no en lo material. Cuanto más desapego más libertad y a la inversa.

Nuestro mundo en general –no así las sociedades primitivas donde todo se compartía- nos ha enseñado a actuar con apego. Estamos apegados a todo lo que nos rodea, especialmente a todo lo material. Se nos ha hecho creer que el apego hace que nuestra vida funcione y sea segura. Tenemos muy marcada la creencia de que si no defendemos y protegemos lo que es nuestro, otros vendrán, se lo apropiarán y entonces sufriremos. Vivimos con miedo y en continua defensa de lo que entendemos nos pertenece. Por eso, el apego, es en esencia miedo a perder. Pero es una creencia falsa o cuando menos exagerada y contraproducente pues esa actitud cuanto más acusada, mayor angustia y desazón nos genera.

El desapego no debe ser confundido con la indiferencia o la renuncia. Desapego es estar abierto a compartir y dar. Ser generosos es darnos a los demás. Y al hablar de dar no estamos hablando sólo de bienes materiales –quizá los menos relevantes- sino de bienes del espíritu: prestar ayuda; dar consuelo; ser serviciales; estar atentos, etc. Darse a uno mismo de la mejor manera y en todos los aspectos.

Ahora bien, hay que dar de corazón. Mientras demos porque nos lo ordenan, o porque pensamos que es lo correcto, no experimentaremos el profundo placer de dar. Eso no es generosidad. La acción de dar tiene que brotar de nuestro corazón: tiene que ser espontánea, confiada, libre y alegre. Ser generoso porque se desea, no porque nos preocupe nuestra imagen o nos convenga en una concreta circunstancia. Eso sería interés y egoísmo camuflado.

El Dalai Lama nos dice que el mayor grado de serenidad interior proviene de cultivar el amor, la compasión y el buen dar. Cuanto más generosos somos, mejor nos sentimos con nosotros mismos. Cultivar un sentimiento íntimo y afectuoso hacia los demás ofreciéndoles lo mejor de nosotros, aporta paz a nuestra mente y bienestar a nuestro espíritu. Ser generosos elimina temores e inseguridades. Nos fortalece a los ojos de los demás, y nos produce sensación de paz y libertad.

Todo lo valioso de la vida, sólo vale si lo damos. ¿Qué gozo nos reporta tener amor sino lo damos a otros? ¿Cómo se disfrutan los bienes materiales sin compartirlos con quienes queremos?

Como alguien dijo: “Todo lo que das te lo das. Todo lo que no das, te lo quitas”. Lo mejor de esta frase es que es aplicable a todas las cosas: las buenas y las que no lo son. Si das amor recibes amor; si das odio obtendrás odio. Si no das amor te lo quitas de recibir; si no odias, no atraerás hacia ti al odio.

Los más generosos son aquellos que menos tienen. La razón estriba en que al no poseer nada, ningún sentimiento de apego padecen ni temen perder nada. Son pues completamente libres. De ello, es buen ejemplo la foto que encabeza esta entrada.

¡Que maravilloso ejemplo de desapego y amor! ¿verdad?

2 comentarios:

  1. Gracias por tus palabras de amor y generosidad que nos ayudan a reglexionar.

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  2. la generosidad vale mas que el dinero

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