sábado, 1 de noviembre de 2008

Compasión

Compasión es la actitud personal por la que nos acercamos a los sentimientos y puntos de vista de los demás. El significado de la palabra compasión es “sufrir con”. Sin embargo, no debemos pensar que cuando una persona practica compasión está asumiendo el sufrimiento de otra. No es eso. Si así fuera, la compasión duplicaría por dos el sufrimiento en lugar de aliviarlo. La auténtica compasión es positiva porque reconforta al que la recibe y hace que se sienta bien el que la da.

Compasión es por tanto, el sentimiento de identificación con el dolor del otro. Para eso hay que comprender su sufrimiento. Sólo puedes entenderlo partiendo de la identificación –hemos sufrido algo igual o muy similar- o de la bondad. Es participar de su dolor sin prejuicios, de manera abierta, sincera y sin reservas. Necesitamos para ello imaginar cómo es el otro, qué está viviendo, cómo siente lo que le ocurre. En definitiva, “ponernos en sus zapatos”. Para San Pablo compasión es "reír con los que ríen y llorar con los que lloran". Para Benedicto XVI “la capacidad de amar corresponde, de hecho, a la capacidad de sufrir, y de sufrir juntos".

La compasión nos permite evitar el pensamiento egocéntrico porque con ella nos estamos dando y abriendo a otros. Interesarnos por los demás enriquece. Salir de nuestro mundo y adentrarnos en el mundo de los miedos, las pasiones, las limitaciones, los complejos, los temores, las esperanzas, las frustraciones y en definitiva, el sufrimiento de otros seres humanos, es un reto que al practicarlo nos ayuda a ser mejores personas.

Somos más compasivos cuando el dolor de los otros es conocido para nosotros. Alguien que por ejemplo ha perdido un hijo, es quien de verdad comprende esa tragedia. Contemplar el mundo, desde el punto de vista del otro nos transforma. Acercarnos a las emociones e intenciones de los otros, ayuda a relacionarnos con ellos mejor. El hombre es un animal social que necesita interactuar con los demás para su desarrollo. La comunicación y la colaboración son herramientas fundamentales para vivir en sociedad. La compasión es el amor que damos al otro cuando este siente dolor. Por eso, es una herramienta tan poderosa y útil en nuestro trato con los demás.

Con la práctica de la compasión nos sentimos más satisfechos con nosotros mismos. Somos más abiertos y flexibles. A través de ella llegamos a la comprensión porque nos alejamos de los prejuicios y los dogmatismos.

Algunos consideran que identificarse con otros o implicarse en su dolor es un gesto de debilidad. Todo lo contrario. Quien muestra compasión demuestra fortaleza pues no necesita juzgar. Sólo desea ayudar. Muchas veces las personas únicamente necesitamos hablar. Expresar lo que nos angustia y que alguien esté ahí, escuchando con comprensión y apoyo.

Por tanto, con la compasión consolamos y tranquilizamos a los otros. Cuando los demás ven que nos aproximamos a la comprensión de su punto de vista se abandonan, dejan de resistir y sienten alivio. Les ayudamos a liberarse de su angustia, de su zozobra espiritual. Todos necesitamos sentir que somos entendidos. La primera forma de dar comprensión comienza interesándonos sinceramente por los demás.

Pero para practicar la compasión debemos primero controlar bien nuestra vida. Nadie puede dar lo que no tiene: no se puede ser compasivo con otros si antes no lo es uno consigo mismo. Si yo niego u oculto mi propio sufrimiento, no podré identificarme con el de los demás.

En definitiva, la compasión es una relación en estado puro sin juicios de valor que nos ayuda a todos. Con compasión crecemos como personas porque ayudamos a los otros y nos confiere gozo y bienestar.

Por eso el Dalai Lama suele decir:

“Si quieres que otros sean felices, ten compasión. Si quieres ser feliz, ten compasión”