martes, 30 de septiembre de 2008

Ecología mental (IV)

Hemos visto hasta ahora, que nuestras actitudes mentales influyen en nuestro comportamiento y que a la vez, éste retroalimenta a aquellas. Si una persona, por ejemplo, se deja llevar con frecuencia por la ira y se comporta y actúa bajo ese patrón, su mente se verá a su vez influida de modo que tenderá a incorporar y reproducir esa actitud. La consecuencia será que la tendencia mental a expresar ira se reforzará cada vez más.

Lo mismo puede decirse respecto de las acciones que se realizan bajo la influencia de pensamientos positivos como el amor, la amistad o la generosidad. Esa actitud creará y reforzará la tendencia mental a actuar de esa manera.

La razón es sencilla: a toda causa sigue un efecto. Con nuestra actitud incorporamos reflejos condicionados, auténticas tendencias mentales negativas o positivas que determinan nuestro comportamiento.

Un ejercicio muy recomendable es la meditación. Mediante su práctica podemos reflexionar y analizar el verdadero significado de las cosas que nos pasan. A partir de ahí estaremos en mejor disposición para adaptarnos y manejarlas de la manera más positiva para nosotros.

Es muy importante mantener una actitud de agradecimiento por la vida en general. Por las oportunidades de aprendizaje, experiencia, y crecimiento que nos proporciona.

Un problema puede enfocarse de dos maneras: 1) Negativa: considerando que estamos ante una adversidad insuperable; que somos víctimas y que otros son culpables; y 2) Positiva: contemplándolo como una oportunidad para aprender y crecer.

El Evangelio apócrifo de Felipe atribuye a Jesús la siguiente frase: “Te convertirás en aquello que seas capaz de creer”. Con ello se nos dice que tenemos que concentrar nuestra atención en lo que tenemos y no en aquello que nos falta, en la carencia. Aceptemos lo bueno de la vida, eliminemos todo sentimiento de culpa e intentemos comprender y aceptar como, incluso de la adversidad podemos obtener enseñanzas. Si sólo nos centramos en la preocupación, estamos centrando nuestra atención en la adversidad, con lo cual, se debilita nuestra capacidad para luchar y superarla.

Muy por el contrario, una actitud mental positiva nos llevará a intentar comprender esa adversidad, a obtener alguna enseñanza a través de ella y a superarla.

Alguien dijo alguna vez que todo lo que nos ocurre –por adverso o difícil que nos resulte entender- sucede para que aprendamos algo y para nuestro bien. Siempre, hay algo positivo en lo que nos sucede: algo que debemos entender por doloroso e incomprensible que nos resulte.

Por tanto, hagamos lo posible por eliminar de nuestra mente los pensamientos negativos y sustituyámoslos por pensamientos de aceptación y comprensión.

3. Desarrollar una actitud mental positiva. Los buenos pensamientos hay que ejercitarlos y potenciarlos. Una manera apropiada ya hemos dicho que es la práctica de la meditación.

Con la práctica regular de la meditación iremos progresivamente alcanzando sosiego y paz. Lograremos experiencias de profundo silencio interior; de inspiración y claridad mental; conseguiremos centrarnos y evitar que el pensamiento discursivo entorpezca nuestra concentración; e incluso, tendremos experiencias que nos protegerán de algunos estímulos externos que normalmente nos afectan.

Las experiencias de absorción meditativa suelen ser muy cortas en duración pero acumulativas en el tiempo. Sus efectos son positivos y duraderos en nuestra mente. No son un fin en si mismas, ni es bueno que las pongamos como objetivo de nuestra meditación, pues probablemente si lo hacemos, nos cerraremos la posibilidad de tenerlas. Simplemente hemos de tener en cuenta que la práctica de meditación, es una herramienta para el desarrollo de estados mentales positivos.

4. Mantener los pensamientos positivos. Si prevenimos e impedimos el surgimiento de estados mentales negativos; si excluimos los pensamientos negativos que tengamos en la mente y si cultivamos estados mentales positivos, sólo nos queda mantener esos pensamientos y estados mentales positivos. Para ello debemos seguir practicando, seguir desarrollando atención y conciencia. En este ejercicio, la regularidad y la continuidad de propósito son esenciales. Es muy aconsejable practicar de una forma paciente y amable con nosotros mismos.

A continuación me referiré al concepto de “atención perfecta”. Para entender su significado empezaré diciendo lo que es la “no atención consciente”. La no atención consciente es un estado de distracción, de pobre concentración, de falta de continuidad y de propósito en la vida, de andar sin rumbo, de ausencia de verdadera individualidad. Es lo que coloquialmente se conoce como estar “alelado”. En esto lógicamente hay grados.

Una actitud de atención consciente tiene sin embargo las características opuestas: nos damos cuenta de lo que ocurre, recordamos en vez de olvidar, no hay dispersión de pensamientos, la concentración es buena, estamos centrados, hay continuidad, constancia, y somos individuos capaces de tener criterio propio, buscando mejorar cada día como personas.

Ahora examinaremos los aspectos más importantes de la atención consciente para comprender y practicarla mejor:

Atención consciente sobre las cosas. Suele ocurrir que no nos damos realmente cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor. La mayoría de las veces sólo somos vagamente conscientes de las cosas que nos rodean. Esto nos ocurre por falta de tiempo o de interés o porque creemos saber o conocer bien lo que hay ante nosotros. Con esa actitud, en realidad no estamos “mirando” de verdad el mundo. Lo único que hacemos es proyectar nuestra propia subjetividad y aferrarnos a un concepto. El concepto previo que tenemos de las cosas y que no es más que un prejuicio. Por eso, debemos aprender a mirar; aprender a ver, a ser conscientes, a ser receptivos. De ese modo entraremos en una comunicación más profunda con la vida. De ese ejercicio de atención sobre las cosas, surgirá una experiencia de vida más creativa y rica.

Atención consciente sobre uno mismo. Como seres complejos que somos, la forma más adecuada de mantener atención consciente sobre nosotros mismo es atendiendo a distintos niveles de nuestro ser.

Eso nos exigirá practicar:

a) Atención consciente sobre nuestro cuerpo.

b) Atención consciente sobre nuestros pensamientos.

c) Atención consciente sobre nuestros sentimientos.

El ejercicio de estos niveles de atención consciente sobre nosotros, constituye una herramienta muy valiosa para la transformación de nuestro ser.

Atención consciente sobre los demás. En demasiadas ocasiones, ni vemos, ni escuchamos, ni prestamos atención a los demás. Tenemos que aprender a saber mirar de verdad al otro; saber escucharle; intentar conectar con él, al menos, con los sentidos. Los demás son personas como nosotros: con sus dichas, sus tristezas, sus miserias y sus grandezas. No escuches al otro pensando que ya sabes lo que te va a decir y preparando tu respuesta. Observa tu propio cuerpo cuando estés hablando con alguien. Nota si hay apertura y confianza hacia él o por el contrario, estás cerrado y bloqueando la comunicación entre vosotros. El lenguaje no verbal dice muchas cosas de ti y de los demás.

Atención consciente sobre la realidad. Cuando hablamos de realidad solemos referirnos a las cosas materiales, a la vida ordinaria. Las cosas de este mundo nos parecen muy reales. Sin embargo, todo esto que nos parece tan real es, en si mismo, ilusorio. Los herméticos sostienen que la realidad es una construcción mental. El mundo es lo que nosotros creemos que es a través de nuestra mente. La realidad la creamos a través de nuestros pensamientos. En realidad vemos lo que creemos. De esa manera, la realidad, con nuestra consciencia y con la actitud que tengamos respecto de ella, es sólo un producto propio. Cuanto mayor sea nuestra sabiduría y nuestra compasión, mejor será esa realidad y en definitiva, nuestra vida.

Practicando atención consciente sobre la realidad, nos liberamos de los prejuicios, de la subjetividad y superamos la individualidad.

El hombre debe tomar cada día más consciencia de la necesidad de superar su egoísmo individual. Honrar y respetar a los demás, implica honrarnos y respetarnos a nosotros mismos y, de esa manera, a la vida en general.

Todos somos Uno: todos participamos y compartimos la misma energía vital. Debemos ser conscientes de que estamos unidos en un único flujo de energía universal.

Por ello, la atención sobre uno mismo, purifica nuestra energía física y psíquica. La atención sobre los demás nos ayuda a entenderles y comprenderles. La atención sobre la realidad, nos ayuda a adaptarnos y aceptar lo que nos sucede.

Practicando la atención consciente, contribuimos a mantener buenos hábitos de higiene mental y a generar pensamientos positivos que hacen nuestra vida más positiva y feliz.
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El emperador Marco Aurelio decía hace más de 2.000 años:
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"La felicidad en la vida depende de la calidad de tus pensamientos"


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