domingo, 18 de enero de 2009

Honestidad

La honestidad es una cualidad humana por la que nos comportamos y expresamos con coherencia y sinceridad, y respetando los valores de verdad y justicia. Con honestidad no hay contradicciones ni discrepancias entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace: se dice lo que se piensa y se hace lo que se ha dicho. Nuestro interior y lo que manifestamos al exterior, es idéntico. Esa integridad proporciona claridad y ejemplo a los demás.

La honestidad es lo contrario de la hipocresía o la artificialidad: que es pensar de una manera y actuar de otra. A medio plazo esa impostura se descubre y provoca en los demás, al principio, confusión y después, a la larga, desconfianza y rechazo.

La honestidad es un valor indispensable para que las relaciones humanas se desenvuelvan en un ambiente de confianza y armonía, pues garantiza respaldo, seguridad y credibilidad a las personas. Se necesita honestidad para fortalecer y desarrollar autoestima, sabiduría y estabilidad propias. Las motivaciones egocéntricas, los propósitos ocultos y los sentimientos y hábitos negativos no nos permiten alcanzar una actitud honesta. Tenemos que ser honestos con el corazón y también con la cabeza. De lo contrario, se produce autoengaño o tendencia a mentir a los demás oscureciendo los asuntos con excusas y explicaciones confusas.

No siempre, somos conscientes del grado de honestidad o deshonestidad de nuestros actos: el autoengaño hace que perdamos la perspectiva de la honestidad hacia nosotros mismos, obviando todas aquellas visiones que pudieran alterar nuestra decisión.

Se dice que “el barco de la verdad puede tambalearse, pero nunca se hunde”. El fruto de la honestidad: ser digno de confianza, garantiza que el barco nunca zozobre. Por ello, el valor de la verdad le hace a uno honesto y digno de confianza. Lo mismo que, confiar en los demás proporciona la base y la conexión necesaria para mantener unas buenas relaciones personales. De ahí que sea preciso compartir con honestidad los sentimientos y las motivaciones de cada uno. Cuando hay honestidad y actuamos de corazón, también hay cercanía. Sin estos principios, ni los individuos ni la sociedad pueden funcionar auténticamente bien.

La aplicación personal de la honestidad es útil porque funciona y crece a medida que se ejercita. Hay que ser honesto de manera tan completa y sincera como sea posible en todo momento. Cuando se obtiene la experiencia del éxito siendo honestos, el compromiso con la honestidad e integridad se refuerzan. Ser honesto con el propio ser -verdadero y fiel con nuestros propósitos- nos hace sentirnos bien. Para ello se requiere pureza en las motivaciones y consistencia en el esfuerzo.

Una persona honesta se rige por códigos de conducta respetuosos con la vida. El principal y más importante: no dañar a los demás. Honestidad es también no hacer nunca un mal uso de lo que se nos confía. Cualquier cosa: sentimientos, confidencias, bienes materiales, etc. La persona honesta es grata y estimada; el honesto es bondadoso, amable, correcto, justo, desinteresado y admite que está equivocado, cuando lo está; sus sentimientos son transparentes, su buena autoestima le motiva a ser mejor, no aparenta y en definitiva, se muestra a los demás como quién es. La honestidad garantiza confianza, seguridad, responsabilidad, confidencia, lealtad y en una palabra, integridad. Se vive de forma congruente entre lo que se piensa con nuestro cerebro, lo que se siente con nuestro corazón y lo que se dice y se hace. El valor de la honestidad es visible en cada acción que se realiza. Cuando existe honestidad y limpieza en lo que se hace, hay cercanía y cariño de los demás.

Cómo desarrollar honestidad

1. Siendo personas de palabra: lo que decimos lo cumplimos.

2. Actuando con rectitud de acuerdo con nuestros valores.

3. Diciendo la verdad como actitud de respeto hacia los demás y hacia nosotros mismos.

4. Pensando positivamente.

Cómo ser honestos

1. Siendo sinceros en palabras, comportamientos y afectos. La honestidad consiste en decir la verdad a quien corresponde, de modo oportuno y en el lugar correspondiente.

2. Cumpliendo nuestros compromisos y obligaciones según lo acordado, sin reservas, engaños, excusas o retrasos injustificados.

3. Evitando la murmuración y la crítica de los demás, sin inventar ni exagerar.

4. Guardando discreción y seriedad con las confidencias personales y secretos profesionales.

5. Cuidando la administración de los bienes materiales y los intereses económicos, especialmente si no son propios.

6. Siendo fieles a las promesas dadas y a los compromisos asumidos.

7. Actuando diligentemente y cumpliendo con nuestros deberes y obligaciones, asumiendo siempre nuestra responsabilidad.

8. Aceptando serenamente los errores y faltas cometidos así como sus consecuencias; rectificando y pidiendo disculpas cuando dañamos a otros.

La paradoja de la honestidad y la dificultad de su ejercicio pleno

La honestidad es uno de los valores que más y mejor imagen personal generan, siendo por ello esgrimido como "cualidad" por aquellos que quieren ganarse el favor de otros. Pero la gran contradicción estriba en el hecho de que mientras más se use como una forma de atraer a los demás -como una careta- más deshonesto se es. Y por el contrario, mientras menos se persiga como "carta de presentación", como forma de acercarnos a otros, más se logra. Una falta de honestidad, de veracidad, es aparentar una imagen que no corresponde con la realidad. Por ejemplo, es muy deshonesto aparentar virtudes que no se tienen.

Ser deshonesto es ser falso, injusto, impostado, ficticio, demagogo. La deshonestidad no respeta a la persona en sí misma y busca la sombra, el encubrimiento: es una disposición a vivir en la oscuridad y sobre todo defender el interés individual aún a expensas de los demás. Ser honesto es ser transparente. Para eso es necesario desprenderse de las "máscaras" que el ser humano se pone para defenderse, para ocultar sus inseguridades o miedos. El recelo, la agresividad, las apariencias, son algunas de esas máscaras. Preocuparse excesivamente por “el qué dirán”, justificarse o excusarse continuamente, aparte de mostrar inseguridad en uno mismo, es una clara evidencia de falta de honestidad.

Siendo honestos debo decir que creo que es muy difícil ser honestos siempre en todo momento, con todo el mundo y al cien por cien. Nadie es perfecto y todos, de una u otra manera en alguna ocasión nos mentimos, incluso, a nosotros mismos. Algunos muchísimo a sí mismos. Es hasta cierto punto inevitable: somos humanos y vivimos en sociedad. Como alguien dijo, la educación y en definitiva, la civilización, se asientan sobre cierto grado de hipocresía. Sostener lo contrario, además de irreal, sería deshonesto por mi parte. Quizá por ello, Stephen Vincent Benet sostenía que: “La honestidad es tan rara como un hombre que no se engaña a sí mismo”. Y es que es extremadamente complejo ser siempre y totalmente honesto y no herir sensibilidades diciendo a los demás todo lo que pensamos, sentimos o vivimos. Por eso Thomas Paine dejó escrito que: “El que no se atreve a ofender no puede ser honesto.” Al final quizá sólo nos quede el genial y humorístico sistema que proponía Groucho Marx: “Sólo hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntárselo. Y si responde inmediatamente que "sí" y siempre, entonces sabes que está corrupto”. Es hilarante aunque sirve muy bien para explicar lo que estamos tratando.

Lo que NO es honestidad

No es simple honradez, pues esta es sólo una consecuencia particular de ser honestos y justos y referida a cuestiones materiales.
No es mero reconocimiento de nuestras emociones "así me siento" o "así soy yo”. Es necesario analizar nuestros sentimientos y ordenarlos para nuestro propio bien y el de los demás.
No es ser descarnadamente sinceros. Hay que expresar toda la verdad con las personas adecuadas y en los momentos correctos.
No es sólo y mera transparencia hacia el exterior. La honestidad debe comprender todos nuestros actos, los internos y los que manifestamos hacia afuera.

Hay que tomar la honestidad en serio, ser conscientes de cómo nos afecta cualquier falta de ella por pequeña que sea. Reconocer que es una condición muy importante para las relaciones humanas, para la amistad y para una adecuada vida en sociedad.

A continuación incluyo una declaración que contiene todos los ingredientes de la honestidad. Fue realizada por Mr. P.H. Spaak, Presidente de la Primera Sesión de la Asamblea General de la ONU, celebrada en enero de 1946. Dice así:

“Nuestras deliberaciones deben ser plenas, deben ser minuciosas y deben ser corteses. Los votos que hacemos deben ser libres. Sobre todo es esencial que las decisiones, una vez tomadas, sean aceptadas lealmente y todos hagamos lo mejor para implementarlas en su totalidad”.

Y para acabar, como es mi costumbre, un par de frases sobre honestidad que me gustan especialmente:

“Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas”, de Gabriel García Márquez, y,

“Fingimos lo que somos, seamos lo que fingimos”, de Pedro Calderón De La Barca.

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